Transcripción - Ángela Juarranz y Sara Miguélez

Sara Miguélez. La propuesta espacial ha sido bastante sencilla. En un primer momento queríamos que se viese claramente el confrontamiento que había habido de los irascibles con la institución del Met, y trasladar esa tensión al espacio. Para ello, hemos hecho una secuencia espacial de tres lugares a lo largo de la sala.

En este primer espacio lo que nos encontramos es una serie de mesas que tienen un lenguaje sencillo, que nosotras diseñamos pensando en las mesas que había en los estudios de los artistas, donde está distribuida toda la documentación, porque lo que nosotras planteamos fue, directamente, colocar las dos imágenes a cada lado de la sala para que el espectador viviese en el medio de esa tensión.

Ángela Juarranz. A continuación de este espacio llega la zona de comunidad, donde queríamos que los dieciocho, las dieciocho obras de los artistas conviviesen.

Miguélez. En este espacio nos parecía interesante jugar con un espacio en transición, que no se tuviese claro exactamente, cuando el espectador entra, dónde está, porque es un espacio que no es un taller de artista, no es un museo, no es una galería, se mueve entre medias constantemente.

Juarranz. Esto nos lleva a pensar en unas materialidades cálidas porque ellos, en sus talleres, recordemos que eran las propias construcciones americanas, que se basan en una construcción en seco, de balloon frame, con acabados de madera vistos directamente o incluso unas estructuras metálicas que eran multifuncionales, que lo mismo servían para apoyar unos tableros y tenían una mesa, que esos tableros eran el soporte del cuadro.

Miguélez. El contraste que el espectador experimenta de pasar de esa primera zona de tensión, donde además las paredes están pintadas de gris –porque las imágenes que tenemos, tanto de los irascibles como del Met, son en blanco y negro–, queríamos hacer un juego como de imagen expandida. En cambio, cuando entras en el segundo espacio, en la zona de la comunidad, el cambio de luz y de color es totalmente diferente, hace como que te abraza, experimentas una sensación de calidez en un espacio que está entre medias, que no es una galería, ni es un museo.

Una vez que ya el espectador recorre ese espacio de comunidad, la salida natural le lleva a un espacio, que también está en transición, y que recuerda un poco a las salas de estar americanas. En este lugar, lo que hemos hecho es distribuir todas las fotografías, todas las pruebas previas a la fotografía de Nina Leen –que está ampliada en el espacio uno–, y también hay un espacio cómodo donde pueden sentarse y consultar el catálogo, y poder descansar. Nos acerca un poco otra vez a ese atelier de los artistas, que también era vivienda: que era un espacio híbrido donde todo convivía.

Juarranz. Este espacio incluso casi puede pasar desapercibido, pero también tiene un significado para esos años, porque la revista Life, por ejemplo, nos acercaba a estas casas de los suburbios que eran un expositor de la cotidianidad, de la domesticidad. Tenían unos grandes ventanales que daban a la calle y mostraban los salones, donde los vecinos casi podían caracterizarse de cierta manera.

En el proyecto no se ha querido ocultar que es un trabajo del siglo XXI porque, a pesar de que tenemos esa tradición histórica –que nos ha influido– de la construcción en seco americana basada en la madera, sí que se ha hecho con una madera recurrente en estos últimos años que es el abedul. Pero sí que nos ayudaba a dar un tono claro, que ayudaba a las obras a ser expuestas. Es una propuesta con cierto atrevimiento, pero creemos que, si en 1950 los artistas trabajaban en este espacio rodeado de madera –en suelo, paredes y techo–, ¿por qué no podíamos ahora imaginarlo así en la sala expositiva?