Bienvenidos al boletín de Cortázar de la Biblioteca de la Fundación Juan March. La carta trimestral con información para especialistas e interesados en la biblioteca personal del escritor argentino.
Este verano te invitamos a acercarte a la figura de un escritor al que, por mucho que leas, no terminas de conocer.
Decididos a explorar su universo desde diferentes ángulos, te proponemos lecturas, destacamos algunos de los autores de su biblioteca –como Colette, que creó el modelo de la adolescente moderna– y te compartimos la nueva temporada de un podcast que se adentra en su biblioteca personal con la ayuda de lectores y expertos en aspectos menos transitados de su obra.
También recuperamos su experiencia como traductor, una profesión que ejerció durante décadas y de la que habla con una mezcla de humor, desencanto y lucidez. |
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Esta primavera La biblioteca de Julio ha estrenado su cuarta temporada. Doce nuevos episodios que se publican los viernes en Canal March y en las plataformas habituales, con Bruno Galindo al frente. El periodista vuelve a acercarse a la figura del escritor argentino a través de los libros que le acompañaron durante su vida. “Hay poesía beat, cuentos de terror selvático, una vuelta al mito poético y mágico, antropología chamánica, clásicos de la literatura universal –escrita por hombres y por mujeres–, literatura infantil, libros de arte, literatura del boom latinoamericano, generación del 27 y –novedad en esta serie–, un fragmento de una obra del propio Cortázar”, adelanta.
El formato también cambia. A los invitados habituales –lectores de la obra escogida y otros que aportan su propio saber en forma de pequeñas entrevistas– se suman nuevas formas de contar: episodios que se acercan al documental, al reportaje, a la charla de café o incluso a una rayuela sonora. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el episodio dedicado a Horacio Quiroga (en la imagen), autor colosal del cuento latinoamericano e inventor de aparatos para matar hormigas, destilar naranjas o extraer caucho. Narra su atormentada biografía la guía de su Casa Museo en San Ignacio, Misiones.
El podcast nos acerca a unos ejemplares en particular. Algunos de bolsillo, pero todos de especial valor, porque Cortázar trabajó en ellos de forma cotidiana. “Lo que intento narrar es el objeto mismo, tal cual está: si tiene una mancha de café, una página rota, si está anotado o no”, explica Galindo. Entre esos libros aparece Witt, de Patti Smith –la autora con la que arranca esta temporada–, una de las pocas leyendas vivas en la biblioteca. Icono del rock y de la contracultura, su historia enlaza con las de Ginsberg, Dylan o Burroughs, en una de las muchas constelaciones de este archivo personalísimo. O Una realidad aparte, de Carlos Castaneda, que se mueve entre el mundo tangible y el de los espíritus y fuerzas telúricas con la mediación de plantas psicotrópicas, y que interesó, además de a Julio, a personalidades tan dispares como Paz, Oates, Savater o Fellini. |
Colette: De escritora fantasma a alma libre |
Las cartas de Cortázar ayudan a entender qué autores marcaron su vida. “Si no estuviera en la Unesco, si no tuviera que cortar enseguida esta carta para traducir papelotes sosos, te hablaría largo rato de Colette” escribe a unos amigos sobre la autora de la que más libros reunió y a la que leyó durante décadas. En este libro-homenaje puede leerse: “Colette posee esa característica común a todos los grandes escritores: ser clásica por distracción, por irreflexión, por casualidad, y poseer un genio superior a sus intenciones”, a lo que anota Julio, lápiz en mano: “¡Eso es todo!”.
Nacida en 1873 en Saint-Sauveur-en-Puisaye, Sidonie-Gabrielle Colette empezó escribiendo a la sombra de su marido “Willy” la serie Claudine, con la que crea el modelo de la adolescente moderna, como cuenta esta biografía y este biopic protagonizado por Keira Knightley, que la describe como “una criatura fascinante”. Lectora voraz de libros de ciencias y de viajes, de Balzac y Proust, a quien trató personalmente, con los años se convertiría en la primera mujer en entrar en la Academia Goncourt, en la descubridora de Audrey Hepburn –a la que convenció para interpretar a Gigi en Broadway–, y en la única escritora francesa en ser enterrada con un funeral de Estado. A ese funeral asistió Cortázar, como cuenta este nuevo episodio de La biblioteca de Julio.
Su obra, inseparable de su vida, refleja su liberación moral: escandalizó a la sociedad francesa como estrella de music-hall y el cabaret, se casó tres veces y tuvo entre sus amantes a “Missy”, marquesa de Belboeuf, pero también a Jean Cocteau o Paul Valéry. También colaboró como columnista de teatro y escribió el libreto de esta fantasía lírica con música de Ravel. “Con Colette no vale el fácil truco que ilustra el título de tanta biografía: Vida y obra de…” escribió Cortázar. “Ella es todo uno, como los mejores de nuestro tiempo”. |
El traductor que compró su libertad |
Cortázar fue traductor durante la mayor parte de su vida. Aprendió inglés y francés por su cuenta para traducir a Keats, Yourcenar o Poe –”¡hay que ver todo lo que yo aprendí de inglés traduciendo a Poe!” le cuenta a Elena Poniatowska. Obtuvo el título de traductor público en 1948, y trabajó para la Cámara Argentina del Libro hasta que, gracias a una beca del gobierno francés, pudo vivir en París. Allí se dedicó a traducir como freelance para la UNESCO y otros organismos internacionales, junto a su esposa Aurora Bernárdez, traductora de gigantes como Faulkner, Nabokov, Flaubert y Sartre.
Ese trabajo le permitió lo más parecido a la libertad: tiempo para escribir y para viajar. En 1956 rechazó un puesto fijo en la Unesco porque veía la condición de funcionario como una atadura. “En mi juventud viví tiempos de delicia traduciendo a Yourcenar o Gide, que años después pagué con jornadas de horror y de letargo frente a informes de expertos de las Naciones Unidas” cuenta en su ensayo Translate, traduire, tradurre: traducir.
De esa etapa se le quedó una mezcla de “amor por las sutiles transmigraciones y transgresiones” de la traducción y de desconfianza hacia los traductores de poesía, esos “Judas sofisticados” que “no vacilan en esconder un grano de oro en el plomo”. Aunque él mismo se declara incapaz de hablar seriamente de la traducción. Esa actividad “aleatoria y falible” como pocas, con una especie de “simpática locura” cuando se practica con humor. Como cuando alguien tradujo su cuento Continuidad de los parques como Continuidad de las Parcas. O como cuando leyó en un informe oficial: “Como decía con ardor el presidente Roosevelt, el miedo a las hormigas lo crean ellas mismas”.
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En la biblioteca de Julio Cortázar hay traducciones de su obra a más de 20 idiomas, por ejemplo el chino, el serbio, el estonio o el árabe, que se reciben por indicación de Aurora Bernárdez a través de la Agencia Literaria Carmen Balcells. Solo Rayuela está traducida a 17, entre ellos el checo, croata, japonés, neerlandés, rumano o sueco.
Eso es todo por hoy. ¡Muchas gracias por leer! |
LA BIBLIOTECA PERSONAL DE CORTÁZAR
Se compone de los cerca de 4.000 títulos que el escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984) tenía en su casa de la rue Martel en París, en donde falleció el 12 de febrero de 1984. Donada por su viuda, Aurora Bernárdez, a finales de 1992, se ha ido enriqueciendo con nuevas ediciones y traducciones de sus obras así como diversa bibliografía relacionada con el escritor. Desde la donación, la Fundación Juan March ha contribuido a la difusión de esta biblioteca a través de la creación de diversas colecciones digitales, documentales, podcast y ciclos de conferencias y conciertos.
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Entrada libre y gratuita. La Biblioteca / Centro de Apoyo a la Investigación está abierta solo a los investigadores e interesados en la consulta y uso de sus fondos.
Coopera con otras bibliotecas como miembro de REBIUN y de otras asociaciones especializadas (AEDOM, SEDIC, SIBMAS).
Facilita el préstamo interbibliotecario de los fondos fechados a partir de 1950, excluyendo los materiales de archivo y bibliotecas personales. |
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