Los bufos en España

Ensayos de teatro musical español

Serge Salaün

De Offenbach a Arderíus

Inventados en Italia en el siglo XVIII (La serva padrona, de Pergolesi, 1733), los Bufos se instalan en París en 1827, donde compiten estéticamente con la ópera. El que populariza el nombre y el género bufo es Jacques Offenbach (1819-1880), con su Théâtre des Bouffes Parisiens, en 1855. Compositor prolífico, virtuoso del violonchelo, abastece el género bufo (que llama a veces opereta) hasta su muerte.

La música de Offenbach contamina toda Europa e incluso Madrid a partir de 1864: en 1869 se dan en Madrid doce "zarzuelas" suyas en el Teatro de la Zarzuela y cinco más en otros teatros. Pero el que se identifica con los Bufos españoles es Francisco Arderíus (1835-1886). Es un excelente actor cómico, aplaudido en caracterizaciones extravagantes, cantante más que regular (según Gaztambide). Descubre a Offenbach en la primavera de 1865: según la prensa francesa, llega a París con una tropa de cante y baile español; también aparece en algún cuadro de La belle Hélène y decide importar los Bufos a España, aunque, de hecho, ya los había. Escrita en pocos días por Eusebio Blasco, con música de Rogel, El joven Telémaco, sobre el modelo de Orphée aux Enfers, estrenada en el Teatro de Variedades, el 23 de septiembre de 1866, inicia un período de furor bufo, corto, pero de enorme importancia para la escena lírica del país.

Arderíus no escribe libretos ni música, pero es sin duda un empresario y un hombre de negocios excepcional (cosa que Offenbach no era), e inicia la dimensión industrial moderna de los espectáculos en España. Aplica en España los métodos de Offenbach en París, con un rigor administrativo y profesional inaudito en todos los aspectos. Como Offenbach, organiza una red publicitaria eficaz: carteles llamativos, contactos estrechos con la prensa y los políticos, periódicos entregados, una editorial donde publica su "Repertorio de los Bufos". Escribe mucho, incluso sus memorias en 1870, tiene teatro propio, organiza giras en provincias y hasta en Portugal. Monta espectáculos de lujo para la buena sociedad madrileña siguiendo el ejemplo del citado Offenbach, músico preferido de las cortes europeas, pero también del público en general. A los miembros de su compañía les exige profesionalidad y seriedad en los ensayos. Y a cambio les paga bien. En el verano de 1867, en el Circo, tiene veinte coristas masculinos, cincuenta y cinco actores y, sobre todo, treinta suripantas de buen ver, para los galops o cancanes, situados al fin de cada acto. Esta cancanomanía (que lleva a un extravagante empresario a querer insertar un cancán en La vida es sueño) explica el inmenso éxito de los Bufos de Arderíus, pese a la oposición de la crítica más rancia.

Un brillante y completo espectáculo

Las escenografías de los Bufos solían ser cuidadísimas y muy costosas, con abundancia de trajes rebuscados y lujosos. Estuvieron a cargo de Muriel, Ferri y Busato, entre otros. Recurrían a la magia y los trucos más sofisticados, como en las féeries de Offenbach. Sus puestas en escena eran "de gran brillantez visual". En realidad, los Bufos no son un género particular sino un producto híbrido donde caben la zarzuela, la revista de fin de año, la comedia de magia, la parodia, la opereta y hasta la ópera fastuosa, con resabios de vaudeville clásico.

Portada de Los sobrinos del capitán Grant

Los Bufos españoles sorprenden por la calidad de las músicas y el nivel de los compositores que participan sin prejuicios en la aventura. Aparte de José Rogel, cómplice de Arderíus desde el principio, que escribe unas veintitrés obras para los Bufos (entre ellas la exitosa El joven Telémaco), contamos con los más relevantes, en particular los que auspiciaron el renacimiento de la zarzuela grande: Cristóbal Oudrid (Bazar de las novias, 1867; La reina de los aires, 1869; La gata de Mari-Ramos, 1870); el adusto músico oficial de la corte, Emilio Arrieta (El Potosí submarino, 1870; Un sarao y una soirée, 1866); y el inmenso y erudito Francisco Barbieri en ocho, como El pan de la boda (1868, "inspirada" en Eugène Scribe), Chorizos y polacos (1876) y, sobre todo, Robinsón, "zarzuela bufa" o "zarzuela grande de gran espectáculo", en tres actos (1870), verdadera joya del repertorio lírico español en la que el propio Arderíus hizo de Robinsón. Añádanse a la nómina Gaztambide, Inzenga, Cereceda, Chueca, Marqués, Manuel Nieto y Fernández Caballero. Por no hablar de las partituras de Offenbach o de Charles Lecocq con libretos "fusilados", es decir, plagiados con descaro por los Bufos.

La música bufa supone cierta simplificación con relación a la ópera o la zarzuela grande: en esto constituye una transición hacia el género chico. Como en la revista, hila una serie de números, con cantables (ya no hay arias sino romanzas, canciones y hasta cuplés), coros y bailes. El nivel de virtuosismo es menor, como la extensión de las voces; las tonalidades son menos complejas, la relación música-texto es más silábica y exige menos voz que la ópera o la zarzuela grande, pero la orquestación es muy rica, con ritmos e instrumentos populares o regionales y la prioridad dada a la percusión: en Robinsón, por ejemplo, Barbieri incluye lira, triángulo, cencerros, panderetas, tam-tam, bombo y timbales. Es una música para agradar, festiva, pero elaborada, que renueva sensiblemente el teatro lírico español. La diferencia con la zarzuela grande, promovida por Barbieri a mediados del siglo XIX, no es tanta, salvo en los textos, definitivamente extravagantes, que evolucionan hacia fórmulas más breves en un acto.

Gracia y erotismo de los libretos

La calidad de los libretos es unánimemente cuestionada. Como en Offenbach siempre, se privilegian los temas mitológicos, parodiándolos hasta la caricatura más extrema, siguiendo La belle Hélène u Orphée aux Enfers, y los libros de aventuras en tierras exóticas de Jules Verne (Los sobrinos del capitán Grant, Cinco semanas en globo, en 1871) y Daniel defoe (Robinsón). Es verdad que algunos plagios, como La vie parisienne, transformada en La vida madrileña, son más flojos, pero siempre los salvan la música, los coros y la danza. Los libretistas de Arderíus forman otro elenco de campanillas: Eusebio Blasco, Miguel Ramos Carrión, Luis Mariano de Larra contribuyen con seis textos cada uno, y también aparecen los nombres de Javier de Burgos, Miguel Pastorfido, Rafael María de Liern, Mariano Pina, Camprodón (dos de los "fusileros" mayores de la zarzuela grande), Ricardo de la Vega –figura emblemática del sainete–, Salvador Granés –el rey de la parodia–, Ricardo Puente y Brañas, José María Gutiérrez de Alba, Adelardo López de Ayala, José Octavio Picón...

Los diálogos están llenos de chispa, con chistes y retruécanos graciosos hasta el disparate. Los deliciosos cantables están plagados de cacofonías y versos macarrónicos. No hay obra bufa, incluso las de Barbieri y de Arrieta, que no tenga sus estrofas grotescas o burlescas, sobre el modelo introducido por El joven Telémaco y su coro de las suripantas cuyo éxito se prolongará muy avanzado el siglo XX:

Suripanta - la Suripanta,
Maka-truqui - de faripen,
Suripanta - la - Suripanta, (…)
Suripanta de somatén,
Maka-truqui de somatén,
Sun faribún, sun faribén,
Maka trúpiten sangarinén.
¡Eri Sunqui!

  • Los bufos y Arderius
  • Página de El arte del teatro
Artículo sobre Arderíus publicado en la revista El Arte del Teatro.

Son libretos escritos para divertir: rehabilitar la risa en el teatro es el objetivo fundamental de Arderíus. Los diálogos y los versos –"funambulescos", diría Valle-Inclán–, además de su sentido jocoso, tienen una diversidad y riqueza métricas que corroboran el tan positivo juicio que de los libretistas del género chico daría, años después, Rubén Darío, en cuanto auténticos renovadores de la lengua y la poesía españolas.

Página de la revista satírica Gil-Blas
Chiste de Ortego sobre los Bufos aparecido en la revista satírica Gil-Blas.

Lo que más molestaba de los Bufos a la crítica conservadora era la moral relajada y la libertad sexual de sus representaciones, aunque también en lo político ofrecían una actitud de denuncia, sobre todo al final del reinado de Isabel II, el Sexenio (con la abolición de la censura en septiembre de 1868) y los comienzos de la Restauración. Se da la crítica social y política, contra la monarquía, la aristocracia decadente, los militares ineptos: La gran duquesa de Gerolstein, con el general Bum-Bum es una mina fecunda, por lo menos hasta la Fornarina, en los primeros años del siglo XX. Pero la mayor acusación contra los bufos deriva de su vertiente erótica. Es cierto que las suripantas tuvieron un gran ascendiente en la escena española, anticipándose a las tiples, vicetiples y girls de las décadas posteriores: la "desnudez" (relativa: solo una pantorrilla, dice Blasco con sorna) y la vida personal (atribulada) de algunas bailarinas de Arderíus (Teresa Rivas, Carmen Álvarez, Conchita Ruiz, esposa de Puente y Brañas, Conchita Gómez, que se casa con un banquero y vive holgadamente en México y en París), anticipadoras del vedetismo posterior, tienen una gran resonancia mediática y un enorme éxito entre los machos ibéricos. En realidad, como decía Arderíus, cosas peores se veían en otros teatros y en los circos ecuestres: el despliegue de lujo justificaba ciertos trajes sugestivos. Los Bufos determinan la aparición en los escenarios de una corporalidad más desinhibida, más libre de las convenciones morales y sociales, y la defensa del placer como motor de la escena y de la recepción. En esto también Arderíus anticipa la revolución comercial y estética de la industria teatral moderna.

Decadencia y continuidad

El teatro bufo asciende a casi noventa piezas según el catálogo de Arderíus, entre septiembre de 1866 y el 28 de febrero de 1880, fecha en la que termina oficialmente. Ya en la década anterior, el frenesí bufo había bajado sensiblemente. Se va imponiendo la opereta sentimental más escapista, como La fille de madame Angot, de Lecocq (1873), el gran adversario de Offenbach. Arderíus, que ha ganado una sólida fortuna, cierra las puertas de su teatro, y arrienda en 1880 el Teatro de la Zarzuela para dedicarse a la restauración de la zarzuela y de la ópera, a las que pretende aplicar el mismo rigor económico y artístico que en sus bufos, y se retira en junio de 1881.

El período de los Bufos es breve: diez o doce años si solo se cuentan los de Arderíus en los teatros que arrienda (Variedades, Circo, Alhambra…). Calificarlo de "sarampión que (…) pasó sin grandes convulsiones" (Peña y Goñi) o de "apoteosis de la grosería, de lo innoble y lo plebeyo" (Yxart, en 1897) es no solo injusto sino erróneo. El sistema bufo contamina todo el teatro lírico y son numerosas las obras que guardan muchas deudas respecto de él. Algunas zarzuelas de Barbieri fueron escritas para Arderíus e, incluso, El barberillo de Lavapiés tiene bastante de bufo. Lo mismo que Los sobrinos del capitán Grant, de Ramos Carrión y Fernández Caballero (1876). La zarzuela de años posteriores recurre a procedimientos bufos: Cinematógrafo nacional (1907), de Perrín y Palacios con música de Gerónimo Giménez, o La corte de Faraón (1910), de los mismos libretistas con música de Vicente Lleó, ofrecen situaciones, diálogos y cantables típicamente bufos. La apelación "bufa", más atractiva y más picante que la de opereta, con la cual se confunde a menudo, se mantiene hasta la guerra, con los mismos ingredientes: ambientaciones mitológicas, erotismo explícito, finales endiablados, desfiles de "muchachas bonitas", como dice Eusebio Blasco, y ráfagas de chistes. El maestro Francisco Alonso, por ejemplo, recurre a menudo a lo bufo: El suplicio de Tántalo (1911, en la Latina, con "cancán" que se transforma en "Cake wal" y mucha sicalipsis), Cleopatra (1914, "zarzuela bufa en un acto", muy sicalíptica, que recorre el país, va a Buenos Aires en 1915 y vuelve para dos años en Madrid, en 1925-26), La princesa Tarambana ("zarzuela bufa en dos actos", con letra de Arniches y Abati, en 1931), etc. La revista moderna de los años veinte y treinta proviene directamente de los bufos: números que se suceden, muchos chistes, desfiles de apetitosas girls, visualidad desbordante y mucha música: Las leandras (1931) es otra buena muestra. La frontera entre géneros y subgéneros suele ser muy porosa: todo es cuestión de saber dosificar sus ingredientes.

Los Bufos son un invento decisivo en la historia de las artes escénicas y del teatro musical en España: por las novedades que introduce, por la herencia que deja en la escena lírica y hasta en la canción. Rehabilitarlos cultural y estéticamente es una necesidad.

Bibliografía

  • Casares Rodicio, Emilio: "Historia del teatro de los Bufos, 1866-1880. Crónica y dramaturgia", Cuadernos de Música Iberoamericana, 2 y 3 (1996-1997), pp. 73-118.
  • Casares Rodicio, Emilio: Francisco Asenjo Barbieri, I. El hombre y el creador, Madrid, ICCMU, 1994.
  • Kaufmann, Jacobo: Jacques Offenbach en España, Italia y Portugal, Zaragoza, Certeza, 2007.
  • Yon, Jean-Claude: Jacques Offenbach, París, Gallimard, 2000.

Serge Salaün Université de Paris. Sorbonne Nouvelle

Todos los ensayos

  1. Un paseo por la historia del teatro musical en España

    Teatro de la Zarzuela en blanco y negro

    Una visión panorámica de la genealogía y evolución de los diversos géneros de teatro musical en España.

    Javier Huerta Calvo
  2. En los orígenes del teatro musical

    Fragmento de la ilustración Quem-quaeritis-Tropus

    En la Edad Media, vinculados a la liturgia, aparecieron los primeros ejemplos de teatro musical.

    Alicia Lázaro
  3. La edad de oro del género chico

    Fragmento La Gran Vía

    Las últimas décadas del siglo XIX vieron florecer el género chico, del que son emblemas La Gran Vía o La verbena de la Paloma.

    Fernando Doménech Rico
  4. La ópera española de vanguardia

    Selene

    Desde los años sesenta, la vanguardia musical comienza a experimentar con el teatro musical.

    Jorge Fernández Guerra
  5. Una saga de grandes libretistas: los Fernández-Shaw

    Guillermo y Carlos Fernandez Shaw

    La Revoltosa, Luisa Fernanda o La vida breve deben sus libretos a Carlos Fernández Shaw y a sus hijos, Guillermo y Rafael.

    José Prieto Marugán
  6. El entremés cantado o baile dramático

    Jocoseria

    El entremés cantado es un género del Siglo de Oro con personajes populares que alterna partes cantadas y recitadas.

    Abraham Madroñal
  7. El melólogo y otras formas dieciochescas

    Partichela original del primer violín del melólogo paródico

    El melodrama o melólogo, que aunaba música y declamación, triunfó a finales del XVIII gracias a autores como Tomás de Iriarte.

    Virginia Gutiérrez Marañón
  8. El público del teatro musical: del Liceo a la Zarzuela

    Ilustración del Teatro Apolo

    El éxito del género chico se debe a un cambio en los hábitos de consumo del público madrileño.

    Pilar Espín Templado
  9. Orígenes de la zarzuela

    Los celos. Mercurio y Argos

    La segunda mitad del siglo XVII vio nacer la zarzuela, que tenía entonces argumentos mitológicos.

    Álvaro Torrente
  10. La tonadilla escénica

    La Tirana

    La tonadilla escénica triunfará en la segunda mitad del siglo XVIII, se hibridará con la ópera italiana y recibirá críticas ilustradas.

    Alberto Romero Ferrer
  11. El teatro musical como espectáculo

    Primero y Segundo

    El frágil equilibrio entre escenografía, música y texto ha originado distintas visiones a lo largo de la historia.

    Ignacio García
  12. Los bufos en España

    Los sobrinos del capitán Grant

    El actor Francisco Arderíus y sus Bufos Madrileños promovieron el repertorio de Offenbach, que revolucionó el teatro musical.

    Serge Salaün
  13. Barbieri o la lucha por una lírica nacional

    Retrato de Barbieri

    Compositor, director, musicólogo y empresario, Barbieri es sin duda la figura más importante del teatro musical en la España del XIX.

    Emilio Casares Rodicio
  14. La ópera flamenca

    Cansinos Assens

    La ópera flamenca vivió su apogeo entre 1924 y 1934, además de abriendo el género a un amplio público.

    Francisco Gutiérrez Carbajo
  15. El teatro frívolo: las variedades y la revista

    Teatro frívolo

    Tramas desenfadadas, músicas ligeras, escenografías atractivas y guiños eróticos hicieron triunfar estos géneros.

    Eduardo Huertas
  16. Hacia una ópera española: de Pedrell a Albéniz

    La creación de una "ópera nacional" centró los esfuerzos de Bretón o Pedrell, pero también de Albéniz o Granados.

    Víctor Sánchez
  17. Entre tradición y vanguardia: El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla

    Representación de El retablo de Maese Pedro en el Teatre Liceu de Barcelona

    Obra para teatro de títeres basada en un episodio de la segunda parte de El Quijote, e instrumentada para orquesta de cámara y cantantes

    Carol Hess
  18. Ramón de la Cruz y la zarzuela en el siglo XVIII

    Gregorio Ferro (dibujo) y Manuel Salvador Carmona (grabado), "Música y Poesía", grabado para La música de Tomás de Iriarte, 1779

    Creador de la zarzuela moderna, fue uno de los autores más exitosos de la segunda mitad del siglo

    Joaquín Álvarez Barrientos
  19. El musical del siglo XXI

    "El rey león" (2011). Teatro Lope de Vega, Madrid

    De ser un género "menor", ha pasado a ser una reconocida manifestación artística y comercial

    Alejandro Postigo
  20. Farinelli en España

    La gestión de Farinelli puso el teatro musical en España a un nivel hasta entonces desconocido

    José María Domínguez
  21. La zarzuela en la América Hispana

    La calurosa acogida de la zarzuela en América se debió al fuerte vínculo cultural con España.

    Mª de los Ángeles Chapa Bezanilla
  22. El teatro musical después de Calderón

    El teatro musical mantuvo la grandeza y boato del género tras la muerte de Calderón.

    Julio Vélez Sainz
  23. El empeño de lo breve: Teatro Musical de Cámara

    El teatro breve fue el único capaz de adaptarse a las distintas modas y circunstancias que atravesaron el siglo XX.

    Elena Torres Clemente
  24. Paradojas de la gestión de la ópera

    La singularidad de la ópera consiste en su complejidad formal y, por lo tanto, en su inmensa complejidad potencial de sentido.

    Joan Matabosh
  25. La memoria del teatro musical en España

    Una mirada holística al panorama músico-teatral abarcando en nuestro barrido desde el barroco a nuestros días.

    Ignacio Jassa Haro