Una saga de grandes libretistas: los Fernández-Shaw
Ensayos de teatro musical español
José Prieto MarugánEntre los libretistas de la zarzuela destacan los Fernández-Shaw, una saga formada por Carlos Fernández Shaw y sus dos hijos Guillermo y Rafael Fernández-Shaw, que entre 1888 y 1965 estrenaron un centenar largo de obras líricas de muy diversos géneros, con música de Chapí, Falla, Giménez, Guerrero, Guridi, Moreno Torroba, Romo, Serrano, Sorozábal, Vives y otros compositores.
Carlos Fernández-Shaw
La saga comienza con Carlos (Cádiz, 1865–Madrid, 1911), quien, desde niño, gustaba de la recitación y la poesía. En 1885 ingresa en la redacción de La Época, y de la mano de uno de sus compañeros, Antonio Peña y Goñi, conoce a Ruperto Chapí, Tomás Bretón, Federico Chueca, Ricardo de la Vega, Javier de Burgos y José López Silva. Con este último da a conocer, en 1896, un sainete, Las bravías, basado en La fierecilla domada, de Shakespeare, que sorprende al mundillo literario porque Carlos era considerado poeta de altos vuelos y temáticas trascendentes, mientras que López Silva pasaba por ser el retratista de los ambientes populares, de las gentes de los barrios bajos. Los agoreros, que los hubo, fallaron y Las bravías alcanzó un gran éxito la noche de su estreno.
Tras Las bravías, libretistas y músico vuelven a trabajar juntos. El nuevo fruto es también un sainete al que dan el título de La Revoltosa. Estrenado el 25 de noviembre de 1897, por la plana mayor del Apolo (Isabel Brú, Pilar Vidal, Emilio y José Mesejo, Emilio Carreras, José Ontiveros y Eliseo Sanjuan), será una de las cimas del género chico. La crítica fue unánime y alabó tanto la música como la letra. Luis Gabaldón escribió en Blanco y Negro: ¡Moka y caracolillo! ¡Deliciosa combinación! La última palabra para los buenos aficionados al café
. Y el mismísimo Ricardo de la Vega, libretista de La verbena de la Paloma, publicó en El Liberal estos cuatro versos:
Revoltosa tenemos
hasta el estío.
(Me carga este sainete,
porque no es mío).
En 1902, Carlos, ahora en solitario y también con Chapí, pone sobre las tablas a don Quijote de la Mancha. Son muchos los que consideraban intocable al personaje; llevarlo al teatro era un disparate y, si ese teatro era, además, el Apolo, el disparate podía llegar a sacrilegio. Pero de nuevo Fernández Shaw sortea los peligros y La venta de don Quijote triunfa y se convierte en la zarzuela de tema quijotesco mejor considerada. En esta comedia lírica, Carlos tiene la original y sorprendente idea de enfrentar al personaje de ficción con su creador. La prensa destacó el respeto y la devoción con que el escritor gaditano había tratado el episodio cervantino. El Universo suscribió la opinión generalizada; el riesgo era evidente, pero se había superado con éxito: Es indispensable poseer el reconocido talento literario de Fernández Shaw para presentar en el escenario de Apolo las figuras de Cervantes, don Quijote y Sancho Panza, sin experimentar un grave fracaso
.
La ópera ha sido la espinita lírica que España no ha sabido o no ha podido sacarse. En la tarea de construir una ópera nacional han trabajado intensamente músicos y literatos. Entre estos últimos, Carlos Fernández Shaw ocupa un lugar destacado, pues llegó a estrenar en el Teatro Real cuatro óperas: Margarita la tornera (Chapí, 1909), Colomba (Vives, 1911), El final de don Álvaro (1911) y La tragedia del beso (1915), estas dos últimas con música de Conrado del Campo.
En 1904, Carlos y Manuel de Falla escriben La vida breve, que es premiada en concurso convocado por Bellas Artes. Reciben la dotación económica del galardón, pero el estreno de la obra, segunda parte del premio, no llega. Los detalles son conocidos y han sido contados, entre otros, por Guillermo Fernández-Shaw en su libro Larga historia de "La vida breve" (1972). Por fin, la ópera se estrenó en Niza, en 1913, gracias al tesón de Falla. Madrid no la conoció hasta el 14 de noviembre de 1914, en el Teatro de la Zarzuela. Carlos siempre estuvo convencido del gran valor de aquella ópera: "Acordaos de lo que os digo: mis nietos cobrarán derechos de La vida breve, difundida por todo el mundo. Y Manolo será un día un valor universal. Tengo el orgullo de haber creído en él antes que nadie". Son palabras del poeta a su familia en 1908.
"Vida breve" es sintagma que casa bien con la biografía de Carlos Fernández Shaw. En 1906, tras el atentado contra Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia, sufre una gran depresión y de inmediato una neurastenia incurable. Los siguientes cinco años serán de duro sufrimiento, de retiro en la sierra, donde encuentra algo de tranquilidad y sosiego, lo que le permite continuar escribiendo teatro y poesía, aunque cada vez menos y con mayor esfuerzo. Pero el final es inevitable y el 7 de junio de 1911 muere en El Pardo el gran libretista. Tenía cuarenta y cinco años.
Guillermo Fernández-Shaw
Segundo hijo de Carlos (Madrid, 1893-1965) y también libretista, periodista y poeta, hubo de abandonar sus estudios de Derecho para atender a su padre durante su enfermedad. En 1910 ingresa en la redacción de La Época, y comienza a pensar en escribir para el teatro. En junio del año siguiente, a la salida de un homenaje que el Ateneo rinde a la memoria de su padre, Federico Romero y él acuerdan colaborar escribiendo, en exclusiva, zarzuelas. Es el comienzo de una actividad que va a dar algunos de los mejores títulos de la zarzuela grande.
El primero de ellos y el que los consagró como libretistas excepcionales fue La canción del olvido (1916), con música de José Serrano. Los éxitos se sucedieron en los años siguientes. Otro gran músico, Amadeo Vives, les entrega un ejemplar de La discreta enamorada, de Lope de Vega, con esta invitación: "Aquí en estas páginas hay una zarzuela deliciosa… ¿Se atreven ustedes a hacer el libreto?". No fue tan sencillo, pero al fin surgió Doña Francisquita, sin duda una de las zarzuelas más populares. Se estrenó en el Apolo, el 17 de octubre de 1923, con la participación de Mary Isaura, Cora Raga, Felisa Lázaro, Juan de Casenave, Ricardo Güell y Antonio Palacios. Es curioso que los argumentos de esta pieza y de La canción del olvido giren en torno a las argucias y las intrigas de una mujer para conquistar a un hombre.
Del mismo año es El dictador, una historia de amores perdidos y reencontrados ambientada en tierras rusas; dos años después, La Severa presenta la trágica historia de la fadista lisboeta María Severa Onofriana (1820-1846), enamorada de su propio arte y popularizada por la novela de Julio Dantas del mismo título. En 1926, Guridi pone su sabiduría musical al servicio de El caserío, obra de ambiente vasco que exalta valores fuertemente enraizados en aquella tierra. De nuevo los libretistas buscan la inspiración en el teatro del Siglo de Oro. De uno de los dramas de honor más populares de Lope, Peribáñez y el comendador de Ocaña nace La villana (1927); una vez más, Guillermo y Federico demuestran su habilidad para la adaptación de los clásicos con versos de calidad, sonoros y musicales. La meiga, (1927), con música de Guridi, y ambientada en Galicia, y La rosa del azafrán (1930), de Guerrero, ambientada en un pueblo manchego, son obras de carácter opuesto. Sin embargo tienen un punto en común: ambas tratan del amor enfrentado a los condicionamientos sociales.
De los años treinta son otros dos grandes títulos: Luisa Fernanda (1932), estrenada en el Calderón por Selica Pérez Carpio, Laura Nieto, Emilio Sagi Barba y Faustino Arregui, en los papeles estelares, y La chulapona (1934), ambos con música de Moreno Torroba. Son obras de renuncia; si en la primera el hacendado extremeño Vidal Hernando, declina su amor porque advierte que Luisa sigue queriendo a Javier, el coronel de húsares, en la segunda es Manuela quien renuncia a José María, para que no quede sin padre el hijo que espera de otra mujer. Poco más de dos meses antes de la Guerra Civil, el 6 de mayo de 1936, se estrena en Barcelona, con música de Pablo Sorozábal, La tabernera del puerto, historia de los amores de Leandro y Marola, en un ambiente sórdido mediatizado por el contrabandista Juan de Eguía, padre de la muchacha. El éxito es multitudinario.
La guerra sorprende a Guillermo en Madrid. Detenido, encarcelado y luego liberado, se refugia, con su familia, en la embajada del Uruguay. En 1937 consigue salir de la capital, camino de Barcelona. Su familia pasa a Francia pero él se queda en la ciudad catalana. No pudieron reunirse hasta febrero de 1939 en Burgos. Terminado el conflicto, Guillermo Fernández-Shaw y Federico Romero retoman la colaboración. El 17 de octubre de 1939 estrenan, en el Teatro Calderón, Monte Carmelo, con música de Moreno Torroba, y el 23 de octubre del año siguiente, dan a conocer en el Teatro de la Zarzuela La tabernera del puerto. La función deriva en escándalo, promovido por individuos "descontrolados" en contra de Pablo Sorozábal, que siempre había mostrado sus simpatías por el bando republicano. El alboroto fue mayúsculo, la policía tuvo que entrar en el teatro por dos veces, y costó tranquilizar el ambiente. El maestro Jacinto Guerrero puso música a Loza lozana (1943), obra donde la fidelidad y el amor son puestos a prueba por la calumnia y la maledicencia. Al año siguiente, es de nuevo Guridi quien compone Peñamariana, historia de una venganza mezquina, ambientada en el campo salmantino.
En 1947 se produce la ruptura entre Romero y Fernández-Shaw por celos profesionales de Federico. La noticia sorprende al mundillo farandulero por inesperada; han sido treinta y seis años de intensa colaboración con un balance de cuarenta y cinco zarzuelas estrenadas.
A partir de entonces, Guillermo comienza a trabajar con su hermano Rafael (Madrid, 1905-1967). La situación de la zarzuela empieza a ser crítica. Otros espectáculos –el cine, los deportes– le han ido ganando terreno, y el género lírico entra en un periodo de franca decadencia. Pese a ello, los Fernández-Shaw siguen trabajando con ahínco: El canastillo de fresas (1950, música de Guerrero), El gaitero de Gijón (1953, Jesús Romo), María Manuela (1955, Moreno Torroba), La Lola se va a los puertos, adaptación de la célebre comedia de los hermanos Machado (1951, Ángel Barrios), además de dos espectaculares obras "pictóricas", A todo color y Colorín, colorao, este cuento se ha acabado, música de Manuel Parada, en las que toman vida algunos de los personajes de los cuadros del Museo del Prado.
Guillermo Fernández-Shaw continúa escribiendo; sobre su mesa hay varios proyectos para el teatro y muchas cuartillas con versos que, por su natural timidez, no quiere publicar. También redacta sus recuerdos teatrales (Memorias de un libretista), que no verán la luz hasta 2012. Asimismo, cabe destacar su faceta como gestor teatral y hasta empresario, en distintas etapas de su vida. En la remodelación del Teatro de la Zarzuela, en 1956, tuvo una importante intervención como delegado de la Sociedad de Autores Españoles, propietaria entonces del local. Ya antes, en 1934, como empresario del teatro junto a Romero, se había encargado de la supervisión de varias e importantes obras de mejora y acondicionamiento. Fue, además, consejero de la SGAE, vicepresidente del Círculo de Bellas Artes, y vocal de la Asociación de la Prensa. Setenta y dos años de vida, más de cincuenta de creación literaria; un catálogo impresionante y un cariño extraordinario a la zarzuela, pueden ser un telegráfico resumen de la vida de Guillermo Fernández-Shaw, fallecido en Madrid el 17 de agosto de 1965.
Bibliografía
- Fernández-Shaw, Guillermo: Un poeta de transición. Vida y obra de Carlos Fernández Shaw (1865-1911), Madrid, Gredos, 1969.
- Fernández-Shaw, Guillermo: La aventura de la zarzuela (Memorias de un libretista), ed. de J. Prieto Marugán y A. Vales Pinilla, Madrid, Instituto del Teatro de Madrid / Ediciones del Orto, 2012.
- Fernández-Shaw, Guillermo: Larga historia de La vida breve (con un epistolario inédito de Manuel de Falla y el texto completo de la ópera), Madrid, Revista de Occidente, 1972.
- Prieto Marugán, José: El teatro lírico de Carlos Fernández Shaw, Instituto del Teatro de Madrid / Ediciones del Orto, Madrid, 2012.
José Prieto Marugán Crítico musical
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