Durante 2016, la exposición presentó, a su paso por los dos museos de la Fundación Juan March, más de una veintena de instalaciones sonoras y obras de encargo, como las piezas sonoras de Xabier Erkizia, Juanjo Palacios y —ya en Madrid— Francisco López, esculturas, vídeo-instalaciones y una cuidada selección de objetos, múltiples, ediciones, vinilos, casetes y una variada documentación impresa y fotográfica.
Tanto en el Museu Fundación Juan March de Palma (del 10 de febrero al 21 de mayo de 2016) como en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (del 16 de junio al 18 de septiembre de 2016), la exposición tuvo la peculiaridad de que las obras sonoras, piezas, instalaciones y la documentación audiovisual e impresa que la componían no se presentaban en espacios expositivos aislados (como los habitualmente dedicados a muestras temporales), sino que se insertaron en los espacios de los museos ocupados habitualmente por las obras de la colección de arte contemporáneo de la Fundación Juan March, con las que convivieron temporalmente. Ambas versiones de la exposición quisieron mostrar la práctica artística sonora de artistas que fueron, en muchos casos, estrictamente contemporáneos a los representados en la colección, así como la obra sonora, poco conocida, de alguno de estos últimos, y también la de creadores de las generaciones más recientes.
En su versión en los espacios de la Fundación Juan March en Madrid (del 14 de octubre de 2016 al 15 de enero de 2017), la exposición debió enfrentarse a otro reto: ocupar los espacios de exposiciones de la Fundación, en los que se mostró una selección mayor de autores y de obras que en las ediciones anteriores, pero en el contexto habitual del espacio, objetivo y neutro, de las salas de exposiciones convencionales.
A partir del 12 de septiembre de 2018, los espacios del Museo Tamayo en Ciudad de México acogen una nueva formulación de la exposición de 2016, con la intención de "exhibir" el sonido enfatizando todos sus aspectos artísticos: la resonancia del espacio sonoro y su relación con la arquitectura, el silencio y el límite de lo audible, la asincronía y los procesos rítmicos sonoros, la insistencia vibratoria del sonido y su sentir en el cuerpo, la obsolescencia de la tecnología y su relación con la memoria colectiva. La exposición plantea, de manera muy consciente, un auténtico desafío curatorial: el de mostrar el sonido en espacios diseñados conforme a la lógica de la mirada.