La tonadilla escénica

Ensayos de teatro musical español

Alberto Romero Ferrer

Su origen subalterno

En la historia del género breve del siglo XVIII la presencia de la música constituía un elemento que cada vez irá teniendo mayor presencia. El nuevo sainete, cuyo modelo había implantado en los teatros de Madrid Ramón de la Cruz a mediados de la centuria, junto con su larga parentela de ascendencia barroca —jácaras, entremeses, mojigangas, etc.—, que seguía ocupando los intermedios de la función principal, solía concluir con un número cantado, un baile o un fin de fiesta. Estos finales cantados con presencia también de la danza, finalmente, de apéndice subalterno de una obra de entreactos se independizará de la pieza mayor para tener vida propia. Surgía así la tonadilla escénica.

La Tirana. Óleo de Francisco de Goya
La Tirana. Óleo de Francisco de Goya, 1799. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Sobre la base de la canción y una estructura en principio tripartita, constituye una de las formas más representativas del teatro nacional del periodo junto con el sainete lírico, frente a la opereta de ascendencia francesa y la ópera cómica italiana. Había en la tonadilla escénica además un sustrato sonoro que procedía de la danza teatral de influencia popular: fandangos, boleros, seguidillas, polos y tiranas que, de los ambientes populares de la fiesta y la taberna, darán el salto a las tablas de la escena para asumir un fuerte protagonismo que se prolongará además hasta la primera mitad del XIX, tanto en las funciones exclusivas de teatro en verso como en las misceláneas.

Mezcla híbrida, por tanto, de texto que se canta y de texto que se recita, la mayor complejidad que irá adquiriendo el componente de la orquesta así como la necesidad de llenar el espacio completo de un entreacto, harán posible el extraordinario desarrollo de un género, en principio humilde, pero que con una cierta rapidez se apodera de los escenarios para transformarse en uno de los grandes reclamos de los públicos más diversos, incluidos los más populares. Pues en palabras de Nipho «ya no se va al teatro por la comedia, sino por sainetes y tonadillas».

Su aparición también tenía que ver con el agotamiento de los antiguos y arcaicos entremeses de Trullo que solían incluirse en el primer intermedio, cuyo espacio vendrá a cubrir, no entrando en principio en conflicto con la función y el lugar del sainete que se había apropiado del segundo y tercer intervalo de la función. Algo completamente institucionalizado a partir de 1780.

La música sobre el texto

Para diferenciarse del sainete, con el que por otro lado comparte tipos, situaciones, lenguaje y argumentos, la tonadilla aceptará finalmente la música en su totalidad —en su segunda época—, transformándose en una especie de ópera bufa mínima, en la que las habilidades interpretativas de sus cantantes, su extraordinaria mordacidad cómica, así como la mayor presencia de lo musical, gracias a la incorporación de una orquesta en miniatura, harán las delicias de un auditorio a caballo entre el populismo de otras épocas y un cierto refinamiento formal y social, lo que posibilita la fuerte compenetración de mundos en apariencia enfrentados, lo que otorgará al género una extraordinaria originalidad dentro de su doble rango como pieza de teatro breve sin grandes pretensiones, pero también como pieza musical, ahora sí con alguna que otra pretensión artística, al menos en su época de mayor esplendor.

Pues si de la tradición y el contexto dramático tomaba aquellos elementos propios del majismo sainetero y el tono ciertamente burlesco y paródico que presidirá sus mínimos argumentos en torno al cortejo, desde el punto de vista sonoro nos encontraremos con auténticas óperas cómicas donde se entremezclaban las formas musicales autóctonas con el mejor clasicismo operístico. De esta suerte, majismo y petimetría se dejaban contagiar del cosmopolitismo musical extranjerizante, y la música de los ritmos y las formas castizas de los primeros.

La tonadilla en la batalla teatral de la Ilustración

Su desarrollo dramático y cronológico se ciñe fundamentalmente a la segunda mitad del XVIII, coincidiendo con el neoclasicismo más dogmático, de acuerdo también con un posicionamiento de las elites ilustradas, quienes observaban estas composiciones, dado su alcance popular y su visualización casticista de la realidad española, como un elemento desestabilizador de los propósitos educadores y morales que debían presidir la escena. Por esta razón, Moratín escribiría en el prólogo a La comedia nueva: «De muchos escritores ignorantes que abastecen nuestra escena de comedias desatinadas, de sainetes groseros, de tonadillas necias y escandalosas, formó un don Eleuterio». Un comentario que hundía sus raíces en la controvertida batalla en torno al arte de Talía que sacude toda la centuria, y que bien resumía en sus Orígenes del teatro español: «El teatro tiranizado por copleros estúpidos, administrado por cómicos del más depravado gusto, sostenido por una plebe insolente y necia». La tonadilla, dadas sus raíces literarias y sus antecedentes dramáticos, pero también dada la imagen social de la que se nutría, no va a escapar de la controversia, para entrar de lleno en una polémica que se encuadraba además en el debate más amplio civilización versus barbarie. Una dialéctica que se articulará en torno a las coordenadas de la petimetría y el majismo dieciochescos: el argumento de confrontación básico del género.

Así, Samaniego escribía en 1786 en El Censor refiriéndose a la tonadilla: «En ellas verá Vm. compendiados todos los vicios de nuestros sainetes, amén de otros muchos que le son peculiares. Este sí que es el imperio donde dominan las majas y los majos. Las naranjeras, rabaneras, vendedoras de frutas, flores y pescados, dieron origen a estos pequeños melodramas: entraron después en ellos los cortejos, los abates, los militares y las alcahuetas».

Situada, pues, en el mismo epicentro de la batalla teatral del XVIII —lo que habla de su significativa importancia—, su evolución corre paralela al desarrollo de la polémica cultura dramática de la Ilustración, como también a determinados ámbitos musicales, con especial atención a todo lo concerniente a los modelos de la música escénica culta española, que se ve supeditada a la sombra que ejerce la irrupción de la ópera italiana como género hegemónico y la renovación emprendida por el sainetero de Madrid respecto a la zarzuela hispánica.

Evolución: de humilde intermedio a ópera bufa

Pandereta del siglo XIX
Pandereta. Siglo XIX. Museo del Traje-CIPE. Antiguo Museo Nacional del Pueblo Español, 13959.

José Subirá establece cinco etapas en el desarrollo del género:

  1. aparición y albores (1751-1757)
  2. crecimiento y juventud (1758-1770)
  3. madurez y apogeo (1771-1790)
  4. hipertrofia y decrepitud (1791-1810)
  5. ocaso y olvido (1811-1850)

Si al principio se encuentra fundida con el sainete a modo de pequeño epílogo del mismo con la fusión de texto, música y danza, y el canto se acompaña básicamente de guitarra, panderos y castañuelas, después pasará a tener vida independiente. Esta autonomía parcial la transforma en un intermedio propio de la representación, y para diferenciarse de su ascendencia sainetera sustituye el rudimentario acompañamiento de la guitarra por la orquesta. De esta manera se invierten los esquemas del sainete, al colocarse el componente musical en primer término, supeditando a un lugar secundario los textos. Asimismo la tradición folclórica de la copla que podía servir de sustento al género también sufrirá una primera metamorfosis culta, gracias al tratamiento orquestal de ritmos y melodías, además de las contaminaciones extranjerizantes.

Retrato de Mariana Márquez bailando el zorongo
Retrato de Mariana Márquez bailando el zorongo. Lorenzo Barrutia, ca. 1795. Biblioteca Nacional, Bellas Artes, 400068.

Su momento de esplendor coincide con el último tercio de la centuria, la época de los grandes ilustrados y neoclásicos —Jovellanos, Moratín, Meléndez Valdés. Un periodo en el que el género ha adquirido tanta fuerza y sofisticación que como nos indicar Iriarte en su poema La Música constituye «a veces todo un acto, según su duración y su artificio». Nos encontrábamos, pues, ante pequeñas comedias o sainetes cantados íntegramente en los que se dejaba sentir —y mucho— el peso del italianismo y afrancesamiento musical, al calor de la ópera extranjera que se dejaba ver en los teatros de las plazas más importantes del país: Madrid, Cádiz, Barcelona, Valencia…

Su evolución posterior consolidará a la tonadilla, ya en la cuarta etapa, como un género tal vez demasiado complejo respecto a sus escuetos orígenes: la impronta de una mayor ampulosidad musical, y el haberse convertido en un género operístico propiamente dicho, posibilitan este teatro como una plataforma para —en palabras de Subirá— «revestirse con estilos extraños e influencias exóticas que no contribuirán a ensanchar el acervo nacional, sino a destruirlo y disiparlo». Se refería el erudito al paulatino abandono del plebeyismo y casticismo dieciochescos que se verán ahora sustituidos por una visión burguesa de la sociedad, lo que se dejará sentir en personajes y argumentos como también en los textos y sus respectivos acompañamientos musicales cada vez más sofisticados y sinfónicos, pues «sucede un aburguesamiento sin rasgos típicos ni altas idealidades».

La posadera y los jugadores
La posadera y los jugadores. Tonadilla a tres de Blas de Laserna, 1781. Biblioteca Nacional- MC/3059/4.

La brevedad de tiempo y su carácter de complemento cómico respecto a la función principal, que eran sus coordenadas de raíz, ahora se habían transformado en dos obstáculos que había que eliminar pues ya nada tenían de aliados para la sátira rápida y la frescura del gesto musical; sátira rápida y frescura musical que habían de desaparecer por completo para dar lugar a auténticas óperas bufas, aunque breves, igual de sofisticadas que aquellos géneros cultos y grandes donde pretendía mirarse la tonadilla.

Clasificación

Una posible clasificación debía atender, en primer lugar, al número de personajes. En este sentido, se pueden establecer dos grandes grupos: de un lado las tonadillas «a solo» con un único cantante —hombre o mujer— y, de otro, las tonadillas «para interlocutores» con varios. A su vez estas últimas podían ser a dos, tres, cuatro… Las primeras, más simples en sus formas musicales, se basaban en la copla y en formas estróficas menores como la letrilla; desde el punto de vista temático solían tener un fuerte carácter satírico y burlesco. Frente a este esquema unipersonal, la tonadilla para varios cantantes desarrollará escenas de conjunto que tienden hacia el cuadro costumbrista tal y como lo había concebido Ramón de la Cruz para el sainete, prodigando escenas inspiradas en la vida cotidiana y de las clases más populares. Otra suerte diferente son aquellas que escapan de estos esquemas iniciales para aventurarse por los terrenos de la comedia aburguesada de mayor complejidad en todos sus aspectos.

Los autories: de Misón a Laserna. Hacia el gran Manuel García

Entre los compositores del género tenemos significativos nombres del panorama musical de la Ilustración: Antonio Guerrero, Luis Misón, Pablo Esteve, Blas Laserna, Manuel Ferreira, Antonio Palomino, Pablo del Moral o el importante Manuel García, cuya trayectoria artística puede servir para ilustrar el propio avance musical y escénico de la tonadilla, evolucionada de modesto complemento dramático a pieza de cierta envergadura y mayores dimensiones en todos los ámbitos que podían concernirle. Pues García, quien se había consolidado como cantante y actor de sainetes y tonadillas en los teatros del Cádiz de finales del XVIII, se adentrará en la composición de libretos y músicas tonadillescas que deben considerarse como parte del canon y el repertorio en lo estético y lo técnico, para a continuación dar el salto a los bufos napolitanos, y de ahí a la ópera italiana y francesa de transición hacia el XIX, donde se consolidará como uno de los grandes nombres de la interpretación y la composición de la Europa romántica. Entre sus obras quedaban tonadillas como El majo y la maja (1798), operetas como Quien porfía mucho alcanza (1802) que incluía varias seguidillas con acompañamiento de guitarra, El criado fingido (1804) o el monólogo El poeta calculista (1805) con el famosísimo «Yo que soy contrabandista». Con él, la tonadilla cerraba su ciclo, pero sus ecos seguirían en la canción y el belcantismo del XIX.

Bibliografía

  • VV.AA.: Teatro y música en España: los géneros breves en la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, CSIC / Universidad Autónoma de Madrid, 2008.
  • Le Guin, Elisabeth: The Tonadilla in Performance: Lyric Comedy in Performance in Enlightenment Spain, Berkeley, University of California Press, 2014.
  • Romero Ferrer, Alberto y Moreno Mengíbar, Andrés (eds.): Manuel García: de la tonadilla escénica a la ópera española, Cádiz, Centro de Documentación Musical de Andalucía, 2006.
  • Subirá, José: La tonadilla escénica, Madrid, Tipografía de Archivos, 1928-1930, 3 vols.
  • Subirá, José: La tonadilla escénica. Sus obras y autores, Barcelona, Labor, 1933.

Alberto Romero Ferrer Universidad de Cádiz

Todos los ensayos

  1. Un paseo por la historia del teatro musical en España

    Teatro de la Zarzuela en blanco y negro

    Una visión panorámica de la genealogía y evolución de los diversos géneros de teatro musical en España.

    Javier Huerta Calvo
  2. En los orígenes del teatro musical

    Fragmento de la ilustración Quem-quaeritis-Tropus

    En la Edad Media, vinculados a la liturgia, aparecieron los primeros ejemplos de teatro musical.

    Alicia Lázaro
  3. La edad de oro del género chico

    Fragmento La Gran Vía

    Las últimas décadas del siglo XIX vieron florecer el género chico, del que son emblemas La Gran Vía o La verbena de la Paloma.

    Fernando Doménech Rico
  4. La ópera española de vanguardia

    Selene

    Desde los años sesenta, la vanguardia musical comienza a experimentar con el teatro musical.

    Jorge Fernández Guerra
  5. Una saga de grandes libretistas: los Fernández-Shaw

    Guillermo y Carlos Fernandez Shaw

    La Revoltosa, Luisa Fernanda o La vida breve deben sus libretos a Carlos Fernández Shaw y a sus hijos, Guillermo y Rafael.

    José Prieto Marugán
  6. El entremés cantado o baile dramático

    Jocoseria

    El entremés cantado es un género del Siglo de Oro con personajes populares que alterna partes cantadas y recitadas.

    Abraham Madroñal
  7. El melólogo y otras formas dieciochescas

    Partichela original del primer violín del melólogo paródico

    El melodrama o melólogo, que aunaba música y declamación, triunfó a finales del XVIII gracias a autores como Tomás de Iriarte.

    Virginia Gutiérrez Marañón
  8. El público del teatro musical: del Liceo a la Zarzuela

    Ilustración del Teatro Apolo

    El éxito del género chico se debe a un cambio en los hábitos de consumo del público madrileño.

    Pilar Espín Templado
  9. Orígenes de la zarzuela

    Los celos. Mercurio y Argos

    La segunda mitad del siglo XVII vio nacer la zarzuela, que tenía entonces argumentos mitológicos.

    Álvaro Torrente
  10. La tonadilla escénica

    La Tirana

    La tonadilla escénica triunfará en la segunda mitad del siglo XVIII, se hibridará con la ópera italiana y recibirá críticas ilustradas.

    Alberto Romero Ferrer
  11. El teatro musical como espectáculo

    Primero y Segundo

    El frágil equilibrio entre escenografía, música y texto ha originado distintas visiones a lo largo de la historia.

    Ignacio García
  12. Los bufos en España

    Los sobrinos del capitán Grant

    El actor Francisco Arderíus y sus Bufos Madrileños promovieron el repertorio de Offenbach, que revolucionó el teatro musical.

    Serge Salaün
  13. Barbieri o la lucha por una lírica nacional

    Retrato de Barbieri

    Compositor, director, musicólogo y empresario, Barbieri es sin duda la figura más importante del teatro musical en la España del XIX.

    Emilio Casares Rodicio
  14. La ópera flamenca

    Cansinos Assens

    La ópera flamenca vivió su apogeo entre 1924 y 1934, además de abriendo el género a un amplio público.

    Francisco Gutiérrez Carbajo
  15. El teatro frívolo: las variedades y la revista

    Teatro frívolo

    Tramas desenfadadas, músicas ligeras, escenografías atractivas y guiños eróticos hicieron triunfar estos géneros.

    Eduardo Huertas
  16. Hacia una ópera española: de Pedrell a Albéniz

    La creación de una "ópera nacional" centró los esfuerzos de Bretón o Pedrell, pero también de Albéniz o Granados.

    Víctor Sánchez
  17. Entre tradición y vanguardia: El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla

    Representación de El retablo de Maese Pedro en el Teatre Liceu de Barcelona

    Obra para teatro de títeres basada en un episodio de la segunda parte de El Quijote, e instrumentada para orquesta de cámara y cantantes

    Carol Hess
  18. Ramón de la Cruz y la zarzuela en el siglo XVIII

    Gregorio Ferro (dibujo) y Manuel Salvador Carmona (grabado), "Música y Poesía", grabado para La música de Tomás de Iriarte, 1779

    Creador de la zarzuela moderna, fue uno de los autores más exitosos de la segunda mitad del siglo

    Joaquín Álvarez Barrientos
  19. El musical del siglo XXI

    "El rey león" (2011). Teatro Lope de Vega, Madrid

    De ser un género "menor", ha pasado a ser una reconocida manifestación artística y comercial

    Alejandro Postigo
  20. Farinelli en España

    La gestión de Farinelli puso el teatro musical en España a un nivel hasta entonces desconocido

    José María Domínguez
  21. La zarzuela en la América Hispana

    La calurosa acogida de la zarzuela en América se debió al fuerte vínculo cultural con España.

    Mª de los Ángeles Chapa Bezanilla
  22. El teatro musical después de Calderón

    El teatro musical mantuvo la grandeza y boato del género tras la muerte de Calderón.

    Julio Vélez Sainz
  23. El empeño de lo breve: Teatro Musical de Cámara

    El teatro breve fue el único capaz de adaptarse a las distintas modas y circunstancias que atravesaron el siglo XX.

    Elena Torres Clemente
  24. Paradojas de la gestión de la ópera

    La singularidad de la ópera consiste en su complejidad formal y, por lo tanto, en su inmensa complejidad potencial de sentido.

    Joan Matabosh
  25. La memoria del teatro musical en España

    Una mirada holística al panorama músico-teatral abarcando en nuestro barrido desde el barroco a nuestros días.

    Ignacio Jassa Haro