La zarzuela en la América hispana
Ensayos de teatro musical español
María de los Ángeles Chapa BezanillaJacinto Benavente, dramaturgo y también libretista de zarzuela, reconocido por su agudeza, opinaba en alguna de sus obras que el arte era como el sol, pues no había uno para los ricos y otro para los pobres, y que tampoco debía hablarse de arte barato o arte caro, ni de arte grande o arte chico, ya que el arte era o no era. Nada más cierto cuando hablamos de música, trátese de expresiones clásicas, cultas o populares como la zarzuela, una de las manifestaciones más firmemente ligadas al desarrollo del teatro lírico hispanoamericano.
En América, el término zarzuela ya era conocido en 1768. En efecto, a partir de ese año y hasta 1799, el nivel de las representaciones decayó de manera notoria, por lo que tanto los compositores como los intérpretes de diferentes territorios hispanoamericanos se vieron obligados a dedicar sus esfuerzos a la elaboración de comedias con música, para presentarlas con el único objetivo de lograr el sustento mediante actividades favorecidas tanto por el público como por los empresarios.
Sobre esta base, la zarzuela se relacionaba con una mezcla poco clara de obras y géneros, entre ellos los sainetes, las tonadillas escénicas y las seguidillas. Los tres siglos de unión con la cultura española y un lenguaje común, fueron los elementos primordiales que permitieron conjugar y mantener este repertorio teatral compartido, como bien dice José Luis Temes: "La calurosa acogida de la zarzuela en América se debió a que la población de los países americanos siguió manteniendo, tras conseguir su independencia política y económica, un fuerte vínculo cultural con España".
La zarzuela fue conocida en América antes del siglo XIX. Conviene precisar, sin embargo, que algunos estudiosos consideran estas obras precedentes no como propiamente zarzuelas sino como ejemplos de otros exponentes líricos. Es importante recalcar que, durante el siglo XVIII y los primeros años del XIX, la variedad y la mezcla en los espectáculos teatrales de tonadillas, sainetes y seguidillas fue conformando el gusto del público hasta generar el caldo de cultivo propicio al auge de la zarzuela.
Esta situación tal vez no habría sido posible en América, si el género no se hubiera consolidado, musical y teatralmente, antes en España. Sin duda, ello facilitó su inmediata incorporación y asimilación por parte del público americano. Sin importar las distancias, los aficionados estaban al día de los compositores y de las obras que gozaban del éxito y el reconocimiento en la península. De los varios factores que influyeron para el arraigo de la zarzuela en América, el más importante y decisivo fue la migración española, cada vez más frecuente en el siglo XIX. Los españoles que se trasladaron a Hispanoamérica fueron dejando, así, su impronta en el gusto musical propio y en el de sus descendientes.
De este modo, las compañías de zarzuela que viajaban al continente eran conscientes de que una parte importante del público estaba conformada por coterráneos, principalmente en los países que ofrecieron una mayor estabilidad para empezar una nueva vida: Cuba, México, Venezuela y Argentina. Después, a través de estos se establecieron otras rutas que permitirían a dichas compañías presentarse en otras naciones, como Colombia, Perú, Chile y Uruguay.
Paralelo al éxito que cobró el género y que repercutió en el aumento de representaciones, obras y compañías, a lo largo del siglo se fue gestando entre los creadores americanos la necesidad de componer zarzuelas con motivos locales, de suerte que ambas producciones –españolas y americanas– empezaron a convivir de forma armónica. Aunque cada país aportó características regionales específicas en cuanto a ritmos, instrumentos musicales y personajes, por citar algunos, hubo también elementos generalizados entre ellos, por ejemplo, las plazas urbanas convertidas en escenarios idóneos para estas puestas en escena.
La Zarzuela en Cuba y México
El teatro lírico en Cuba fue una de las manifestaciones culturales más apreciadas desde finales del siglo XVIII. La primera zarzuela "cubana" propiamente dicha data de 1853, año en que se representó, en el Teatro Tacón de La Habana, Todos locos o ninguno, obra del compositor José Freixa. Gracias al importante desarrollo de la prensa en la América hispana, es posible conocer el auge o el fracaso de las piezas que se representaron en los diferentes teatros de entonces. En El papel periódico se destacaba, por ejemplo, la importancia de El alcalde de Mairena, calificada como una gran zarzuela.
En la medida en que los personajes de las tonadillas, los sainetes y las zarzuelas españolas fueron sustituidos por tipos criollos, puede hablarse de zarzuela cubana. Es un caso similar al de la seguidilla, que dio paso a formas indígenas como la tonada guajira o la guaracha. De esta manera, en el naciente repertorio cubano estuvo presente el talento de los nativos de la isla. En suma, la profesionalización del género y de la música destinada al teatro popular, se consolidó sin duda desde fines del siglo XIX hasta 1920, aproximadamente.
Con posterioridad, las obras que marcaron el inicio de una nueva etapa de progreso del teatro lírico cubano entre 1927 y 1940, enriquecido con temas históricos y folklóricos fueron los siguientes: El cafetal, letra de Gustavo Sánchez y música de Ernesto Lecuona, María la O y Rosa la China, de los autores mencionados, y Cecilia Valdés, con letra de Agustín Rodríguez y música de Gonzalo Roig. Con la demanda del cine y la radio a partir de los años cuarenta, la zarzuela cubana entró en una fase de decadencia paulatina hasta desaparecer de los escenarios nacionales.
Desde fines del siglo XVIII la zarzuela arraigó con fuerza en México. Las representaciones de entonces incorporaban una variada gama de formas musicales, como tonadillas, sainetes, seguidillas y también zarzuelas, que fueron haciéndose favoritas para el gusto del público mexicano.
La actividad zarzuelística fue grande en la mayoría de los teatros de la capital, especialmente en el Arbeu, donde se representaron Consuelo, con letra del poeta Amado Nervo y música de Antonio Cullás, y Una fiesta en Santa Anita, con letra de Juan de Dios Peza y música de Luis Arcaraz.
En los primeros años del siglo XX la zarzuela fue incorporando motivos locales y, sobe todo, cuadros costumbristas de exaltación patriótica. Se sabe que en las representaciones el público de las galerías aplaudía con entusiasmo, al mismo tiempo que gritaba ¡vivas! a México. Entre los autores mexicanos que triunfaron en los primeros meses de 1900 pueden citarse a Rafael Medina y Carlos Curti, con su zarzuela intitulada El novio de Tacha, y Chin-Chun-Chan, con letra de José F. Elizondo y música de Luis G. Jordá, primera producción teatral mexicana que superaría las cien representaciones.
Tanto el movimiento revolucionario de 1910 como el teatro de revista y los espectáculos plagados de elementos musicales y personajes mexicanos en las carpas, impactaron en la producción de zarzuelas nacionales. Con motivos revolucionarios, en la década de 1910, se escenificaron las zarzuelas La sargenta, con música de Rafael Gascón y letra de Aurelio González, y El país de la metralla, con música de Gascón y letra de Elizondo. Hacia 1950 la decadencia del género en América repercutió también en los teatros mexicanos.
De Guatemala a Perú
En Centroamérica el género tuvo cierto relieve en Guatemala y Costa Rica. En el primer país la producción de zarzuelas y música de salón estuvo íntimamente ligada a las enseñanzas morales de los centros educativos, de acuerdo con la disposición dada por el presidente Manuel Estrada Cabrera. En razón de ello no es de extrañar que se popularizaran las zarzuelas que contenían este tipo de enseñanzas, muy recurrentes en los festejos escolares. De los compositores nativos dedicados a tal actividad, los más reconocidos son Manuel E. Moraga, Salvador Iriarte, Lorenzo Morales y José Planas, autor, en 1902, de una zarzuela para niños, La murmuración.
En Costa Rica la actividad zarzuelística se remonta a fines del siglo XIX, con títulos como Los dos huérfanos, de Manuel García y El marqués de Talamanca, de Eduardo Cuevas. Entre los compositores costarricenses que mantuvieron en boga el género durante el siglo XX, sobresalen Julio Mata, con su obra en tres actos Toyupán (1938), y Enrique Núñez, con Ensueños de Nochebuena, cuya letra se debe a la destacada escritora Carmen Lyra.
Es José María Osorio, en su obra manuscrita Noches filarmónicas (1840), quien ofrece las primeras noticias sobre formas musicales como la zarzuela, la opereta, la ópera cómica o el pasillo en Venezuela. Este catedrático, compositor y periodista es también el autor de otras obras célebres en el ámbito local, varias de las cuales se incluyen en sus Cuadernos de las zarzuelas de las niñas.
A principios del siglo XX, el desarrollo local de la zarzuela estuvo en manos del compositor Pedro Elías Gutiérrez, autor de Un gallero como pocos, así como de Un inglés de la Guayana. De 1911 hasta los años cuarenta, este creador fue uno de los difusores más importantes de la zarzuela nacional.
Por lo que se refiere a Colombia, la zarzuela no llegaría hasta 1835. Entre las piezas compuestas en este país destaca Engaño sobre engaño, libreto de Bruno Maldonado y música de Daniel Figueroa. Otras zarzuelas importantes fueron las debidas a José María Ponce de León (1845-1882), en especial El castillo misterioso, enriquecida con bambucos y contradanzas. Títulos posteriores, donde también se manifiesta la idiosincrasia colombiana, fueron El alma de un hilo y Un embozado de Córdoba.
En Perú la zarzuela se conoció en 1790 y duró en el gusto del público hasta 1811 cuando, iniciado el proceso de independencia, la sociedad se inclinó por los ritmos regionales y temas folklóricos con los que los compositores estructuraron sus zarzuelas. Destacan en el siglo XIX Atahualpa y Pobre indio del compositor Carlos Enrique Pasta. En el siglo XX la exaltación patria caracterizó a la zarzuela peruana, en 1913 el músico Daniel Alomía Robles compuso El cóndor pasa con melodías indígenas, zarzuela representada en tres mil ocasiones.
La zarzuela a ritmo de tango: Argentina
Argentina fue país clave, como punto de inicio de las giras emprendidas por las compañías extranjeras en todo el continente. Esta es la razón por la cual, desde fechas tempranas, la zarzuela alcanzó una amplia resonancia. Si bien las loas, tonadillas y zarzuelas españolas se conocían desde principios del siglo XIX, es en los años posteriores cuando libretistas y compositores confieren al género un carácter propio, con el sainete porteño o sainete criollo, donde confluyeron tipos, costumbres, lenguaje coloquial y giros autóctonos.
Entre los compositores principales destaca Miguel Rojas, autor de Los dos padres (1867) y El pasaporte (1869), ambas con letra de Guillermo Blest Gana. Las dos obras más representativas del sainete criollo corresponden al compositor Andrés Abad Antón: De paso por aquí y A la pesca de noticias. La última década del XIX resultó propicia para la formación de un teatro nacional, con personajes y temas sustancialmente argentinos.
Como género específico, la zarzuela no tendría éxito popular sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, pues el predominio del tango, como canción y baile y la milonga como canción, convertidas en fragmentos esenciales de la estructura del sainete criollo o zarzuela argentina, estuvieron por encima del espectáculo español. Al paso de los años el sainete criollo, en manos de compositores como Francisco Payá y Antonio Reynoso, adquirió más relevancia que las otras manifestaciones hasta imponerse en forma permanente. De ellos destaca Los inquilinos con letra de Nemesio Trejo, de Reynoso Justicia criolla y texto de Ezequiel Soria.
Conclusión
Hacia principios del siglo XX encontramos ya en los países americanos una zarzuela particular con vida propia. Sin embargo, la presencia cada vez mayor de la radio, el cinematógrafo y la televisión fue arrinconando géneros tan populares como la revista y la zarzuela, entre otros.
En la actualidad, esporádicamente se representa alguna zarzuela española, cuyas letras conocen muchos espectadores, pero las obras de autores americanos han quedado completamente en el olvido. Por lo demás, queda todavía mucho por investigar, pues es mucho también el material que permanece inédito en archivos y bibliotecas. De ahí la necesidad de investigadores capaces de indagar en estos fondos, con el propósito de emprender trabajos musicológicos, literarios y dramatúrgicos que permitan conocer mejor lo que fue el auge y el ocaso de la zarzuela en la América hispana.
Bibliografía
- CARMONA, Gloria: La música en México, 1. Historia, 3. Periodo de la Independencia a la Revolución, UNAM, 1984.
- CASARES RODICIO, Emilio, ed: Diccionario de la zarzuela. España e Hispanoamérica, Madrid, España, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2006.
- OLAVARRÍA Y FERRARI, Enrique de: Reseña histórica del teatro en México (1538-1911), México, Porrúa Hermanos, 1961.
- TEMES, José Luis: El siglo de la zarzuela, 1850-1950, Madrid, Siruela, 2014.
María de los Ángeles Chapa Bezanilla Universidad Nacional Autónoma de México
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