El teatro frívolo: las variedades y la revista
Ensayos de teatro musical español
Eduardo HuertasAuge y decadencia de las variedades
En la España de entre siglos nuestra escena sufría una abrumadora influencia del teatro francés: el music hall, las varietés, formas todas ellas desenfadadas, a veces incluso burdas y desvergonzadas; como un "espectáculo deleznable" las considera la historiadora Matilde Muñoz, o, en otras palabras, "un género averiado de la sensibilidad francesa achabacanada y pervertida del segundo Imperio".
Las varietés francesas salieron de los cafés concierto, en los que se infiltraron artistas de circo, y elementos del teatro de feria, de bulevar, de revista y de opereta, y sketches de comedia. Como su propio nombre indica, se caracterizaban por la variedad de elementos dispares yuxtapuestos, números independientes de canciones y bailes, ilusionismo, malabarismo, mimo, acrobacia y otras artes escénicas y para-escénicas. En España, el teatro de variedades consistía en un desfile de cantables interpretados por cupletistas y bailarinas, con repertorios vulgares, descarados y coreables, solo para hombres, en locales semiclandestinos, cabarets y salas de fiesta, todo lo cual era un alarde de licenciosidad y lujuria, tal como Unamuno llegó a denunciar en cierta ocasión: "Los teatrillos, y aun los teatros grandes, se ven infectados por toda clase de cupletistas, bailarinas y heteras de alto o bajo vuelo. La lujuria pública llega al delirio…"
A partir de 1911, al desprenderse de sus impurezas "faranduleras" y de su presunta peligrosidad moral, las variedades llegaron a los grandes teatros, donde actuaron artistas como Amalia Molina, Pastora Imperio, Consuelo Vello la Fornarina, Adela Lulú, Consuelo Portelo la Chelito y Raquel Meller. En esta transformación del género tuvo un gran protagonismo Aurora Jauffrett la Goya, una tonadillera por cuya intervención se adecentaron repertorios, vestuarios y formas de interpretación. De este modo, la frivolidad descocada ganó en decoro y buen gusto, sin abdicar de la espectacularidad.
Mediada la década, estas grandes estrellas se afirmaron en su reputación artística y estimación social, hasta el punto de superar en fama y popularidad a las cantantes de zarzuela, las vedettes de revista y las divettes del teatro sicalíptico. Pero ese éxito empezó a declinar a principios de 1930, cuando las variedades volvieron a achabacanarse y adulterarse con repertorios groseros y mediocres intérpretes. Su declive se agravó con la "huida" de las grandes figuras que habían elevado las variedades a su máximo nivel.
En 1934, Carlos Fortuny, más conocido por su seudónimo de Álvaro Retana, denuncia un ambiente "putrefacto y vulgarizado", apelando a las autoridades para que eliminasen los "repertorios obscenos" y sancionaran a "algunas artistas desvergonzadas porque encanallan al espectador […]. La picardía escénica —seguía diciendo— es admisible, pero la grosería, intolerable". Las variedades se habían prostituido, sin duda, por culpa de esas nuevas artistas. Pastora Imperio, para quien no había crisis de un "género sino de figuras", se había retirado temporalmente. La Fornarina, que había aristocratizado el cuplé, había muerto. La Goya, que había adecentado el género, decidió dejar la escena. Amalia Molina, que había teatralizado el cante flamenco, y las bailarinas Antonia Mercé la Argentina y Tórtola Valencia derivaron hacia otros espacios. Y la Sociedad de Variedades, ante el declive del género, se propuso ejercer una labor de profilaxis para "evitar que la pornografía reinante acabe con él", solicitando la ayuda del gobierno a fin de preservar el decoro de los espectáculos, de los artistas, del público y de las propias autoridades. Con posterioridad, ya en los años 40, las variedades se "arrevistaron" entrando en pugna con la nueva revista.
La revista
La influencia del teatro francés también marcó tendencias en la revista española con la importación de las "revistas del año" por José M. Gutiérrez de Alba y los Bufos madrileños de Francisco Arderíus. De esas "revistas del año", la española tomó la técnica combinatoria de cuadros junto a la crítica de actualidad; de los Bufos, su espectacularidad, el atractivo erótico de las coristas y la sátira política.
La revista ha sido objeto de muchas definiciones, algunas de las cuales constan en los libretos de las obras, como Panorama nacional, de Carlos Arniches y Celso Lucio, con música de Apolinar Brull, Cuadros disolventes, de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, música de Manuel Nieto, y La eterna revista, de Ramón Asensio Mas y Jacinto Capella, música de Ruperto Chapí y Gerónimo Giménez, a la que pertenece esta definición puesta en boca del mismo género:
Yo soy la revista,
género francés,
la que os ha traído
bailes y cuplés.
Tengo, según dicen,
muy mala intención
y me extralimito
cuando hay ocasión.
La revista, la revista
vaporosa y modernista
que ha triunfado en todas partes
con sus bailes y cuplés.
La revista, la revista
siempre alegre, siempre lista
que se adorna y que se viste
con patrones del francés.
En general, las revistas españolas en un acto, destinadas al teatro por horas, siguieron un esquema cuatripartito:
- Parte expositiva: tres elementos, el pretexto, el personaje-guía y el personaje guiado.
- Parte episódica: la más espectacular y la de mayor número de cuadros, caracterizados por su variedad, en la que alternan lo lírico, lo dramático, lo narrativo y lo coreográfico.
- Parte resolutiva: que enlaza con la parte expositiva y cierra el arco diseñado en esta.
- Parte apoteósica: espectacular cuadro final diferente, orgánicamente, de las otras partes.
Según Ramón Barce, en la estructura literaria de la revista cooperan los siguientes elementos: "los versos románticos sentimentales, los tipos castizos del sainete, los cuplés eróticos, la glorificación regional y nacional y la crítica política". La música se nutre del folclore urbano y regional y de los bailes de moda: el flamenco, como especie más singularmente española; la jota, en sus diversas modalidades, también el cuplé. Del folclore regional incorporan, asimismo, las "rondas" de canciones y bailes, y del folclore urbano, las seguidillas, el bolero, el tango andaluz… Y de los bailes de moda adoptan el vals, el pasacalles, el chotis, la gavota, la polca, la habanera, la mazurca, el cancán, la rumba, la matchicha, el cake-walk, el garrotín, el foxtrot y el tango argentino.
El primer periodo de apogeo de la revista va de 1920 a 1936. A José Juan Cadenas, empresario y libretista, se le atribuye la implantación en España de la revista cosmopolita, al importar cuadros del Foliès Bergère, del Casino y del Palace de París, para sus espectáculos madrileños. Junto a Asensio Mas y el maestro Valverde, escribió el libro de El príncipe Carnaval, revista en la que alternan cuadros sainetescos, de carácter nacional y madrileño, con otros de inspiración foránea. Fue estrenada, en 1920, en el Teatro Reina Victoria de Madrid. La obra, que fue un encargo de la Empresa Velasco de Buenos Aires, había sido estrenada con anterioridad en varios países hispanoamericanos.
Fue, precisamente, el empresario Eulogio Velasco quien imprimió a la revista española un renovado impulso y le dio categoría. Con un elenco fijo de acreditadas vedetes —Eugenia Zúffoli, María Caballé, Tina de Jarque e Isabelita Ruiz— las revistas de Velasco merecieron un gran crédito en el mundo del espectáculo y en la sociedad. A la iniciativa de este gran empresario revistero se le deben títulos como Arco Iris (letra de Tomás Borrás y música de Juan Aulí Pedró y Julián Benlloch), Noche loca (de Joaquín Vela y José L. Campua, música de Francisco Alonso), La orgía dorada (de Pedro Muñoz Seca, Pedro Pérez Fernández y Tomás Borrás, música de Jacinto Guerrero y Julián Benlloch), y En plena locura (de Tomás Borrás y S. Franco Padilla, música de Benlloch, Eduardo Granados y Bernardino Terés), estrenada en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián en 1926 y en el Teatro de Price de Madrid en 1928, con figurines de José de Zamora, decorados de Manuel Fontanals y dirección del propio Eulogio Velasco. El libretista, Tomás Borrás, hizo la noche del estreno estas insólitas declaraciones al diario La Nación:
Esto de las revistas es pintoresco… El autor no tiene importancia… Las obras de espectáculo se escriben al revés que todas las demás. Se empieza por los trajes… (y se termina por el autor) … El libro de una revista tiene menos importancia que los telones, o las bambalinas, o las plumas, o las gasas.
Esto nos indica que, evidentemente, en aquellos momentos el trabajo del libretista estaba subordinado a las conveniencias y los intereses del empresario y del director, a las exigencias y caprichos de las vedetes y a todo el aparato audiovisual del espectáculo.
Unos años antes, en 1919, se había estrenado otro título de gran éxito, Las corsarias, de Enrique Paradas y Joaquín Jiménez, con música del maestro Francisco Alonso, habitual del género, pues en 1927 había estrenado otra pieza, Las castigadoras, "historieta picaresca en siete cuadros", de Joaquín Mariño y Francisco Lozano Bolea, en realidad, un vodevil con hechuras musicales y literarias de una revista vistosa y picantilla. En estos dos títulos se vislumbran indicios de una nueva revista, adaptable a todos los públicos, sin renuncia de lo picaresco y de una frivolidad atemperada, en la cual la conjugación del humor con la música popular, un vistoso vestuario, una llamativa escenografía y, por supuesto, el concurso de bellas actrices eran garantía de éxito.
Del "libertinaje republicano" a la posguerra
Instaurado el nuevo régimen el 14 de abril de 1931, irrumpió el llamado "libertinaje republicano". Así, por ejemplo, apareció la revista verde, según Blas Vega, "con plena libertad de temas en los diálogos, a veces auténticos disparates pornográficos y libre exhibición de desnudos". El primero de los grandes éxitos fue Las Leandras, de José Muñoz Román y Emilio González del Castillo, con música del maestro Alonso. La estrenó Celia Gámez en el Teatro Pavón, en noviembre de 1931. Con Las Leandras se inicia un verdadero boom de la nueva revista española. En los años siguientes, Celia Gámez estrenó, también en el Pavón, Las tentaciones (de Antonio Paso, Ángel Torres del Álamo y Antonio Asenjo, música del maestro Guerrero), y Las de Villadiego (de González del Castillo y Muñoz Román, música del maestro Alonso), obras escritas ex profeso para la popular vedete. En esos año se publicaron significativos textos de teatro frívolo, como La sota de oros (de Enrique Paradas y Joaquín Giménez, música de Jacinto Guerrero), ¡Cómo están las mujeres! (libro de Francisco García Loygorri, música de Pablo Luna), y Mujeres de fuego (de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román, música del maestro Alonso).
Terminada la Guerra Civil, el nuevo régimen propicia produce una nueva revista, española y cosmopolita, alegre y divertida, con permitidas dosis de picardía y frivolidad, además de vestida con lujo y elegancia. A su servicio contó con un buen plantel de músicos, libretistas, cómicos, vedetes, figurinistas, escenógrafos y coreógrafos. Entre los músicos, además de los veteranos Alonso y Guerrero, destacaron Manuel López-Quiroga, más conocido como el maestro Quiroga, José Padilla, Fernando Moraleda, Daniel Montorio y Genaro Monreal. Entre los libretistas, los ya citados Muñoz Román, González del Castillo y Francisco Ramos de Castro. Por lo que se refiere a las intérpretes, brillaron, sobre todo en el Teatro Martín, la super vedete y empresaria Celia Gámez, y otras como Queta Claver, luego extraordinaria actriz dramática.
Muchos y grandes éxitos se sucedieron en esos años: Cinco minutos nada menos, La blanca doble, La cenicienta del Palace, La hechicera en Palacio… Y tal fue el auge del género que 1951 fue declarado "Año de la revista", ya que solo en Madrid se estrenaron más de una quincena de obras debidas a los mejores compositores del momento.
La revista fue el género teatral más popular y frecuentado de la larga posguerra por la sencillez de su trama y lo agradable de su música, por la resonancia social de sus vedetes y de sus cómicos, además de por el espectacular aparato escénico. En ella el público podía reconocer ecos de la zarzuela española y la opereta europea, del sainete lírico y el vodevil, del género ínfimo y la comedia ligera, de las variedades y del folclore español. Todo un atractivo, en fin, en tiempos como aquellos de oscuridad y silencio.
Bibliografía
- Barce, Ramón: "La revista: Aproximación a una definición formal", Cuadernos de Música Iberoamericana, vols. 2 y 3 (1996-97).
- Fortuny, Carlos (Álvaro Retana): "Hacia el resurgimiento de las Variedades", Blanco y Negro, 2247 (12-VIII-1934).
- Montijano Ruiz, Jua José (Álvaro Retana): Historia del teatro frívolo español (1864-2010), Madrid, Fundamentos, 2010.
Eduardo Huertas Crítico musical
Todos los ensayos
Un paseo por la historia del teatro musical en España
Una visión panorámica de la genealogía y evolución de los diversos géneros de teatro musical en España.
Javier Huerta CalvoEn los orígenes del teatro musical
En la Edad Media, vinculados a la liturgia, aparecieron los primeros ejemplos de teatro musical.
Alicia LázaroLa edad de oro del género chico
Las últimas décadas del siglo XIX vieron florecer el género chico, del que son emblemas La Gran Vía o La verbena de la Paloma.
Fernando Doménech RicoLa ópera española de vanguardia
Desde los años sesenta, la vanguardia musical comienza a experimentar con el teatro musical.
Jorge Fernández GuerraUna saga de grandes libretistas: los Fernández-Shaw
La Revoltosa, Luisa Fernanda o La vida breve deben sus libretos a Carlos Fernández Shaw y a sus hijos, Guillermo y Rafael.
José Prieto MarugánEl entremés cantado o baile dramático
El entremés cantado es un género del Siglo de Oro con personajes populares que alterna partes cantadas y recitadas.
Abraham MadroñalEl melólogo y otras formas dieciochescas
El melodrama o melólogo, que aunaba música y declamación, triunfó a finales del XVIII gracias a autores como Tomás de Iriarte.
Virginia Gutiérrez MarañónEl público del teatro musical: del Liceo a la Zarzuela
El éxito del género chico se debe a un cambio en los hábitos de consumo del público madrileño.
Pilar Espín TempladoOrígenes de la zarzuela
La segunda mitad del siglo XVII vio nacer la zarzuela, que tenía entonces argumentos mitológicos.
Álvaro TorrenteLa tonadilla escénica
La tonadilla escénica triunfará en la segunda mitad del siglo XVIII, se hibridará con la ópera italiana y recibirá críticas ilustradas.
Alberto Romero FerrerEl teatro musical como espectáculo
El frágil equilibrio entre escenografía, música y texto ha originado distintas visiones a lo largo de la historia.
Ignacio GarcíaLos bufos en España
El actor Francisco Arderíus y sus Bufos Madrileños promovieron el repertorio de Offenbach, que revolucionó el teatro musical.
Serge SalaünBarbieri o la lucha por una lírica nacional
Compositor, director, musicólogo y empresario, Barbieri es sin duda la figura más importante del teatro musical en la España del XIX.
Emilio Casares RodicioLa ópera flamenca
La ópera flamenca vivió su apogeo entre 1924 y 1934, además de abriendo el género a un amplio público.
Francisco Gutiérrez CarbajoEl teatro frívolo: las variedades y la revista
Tramas desenfadadas, músicas ligeras, escenografías atractivas y guiños eróticos hicieron triunfar estos géneros.
Eduardo HuertasHacia una ópera española: de Pedrell a Albéniz
La creación de una "ópera nacional" centró los esfuerzos de Bretón o Pedrell, pero también de Albéniz o Granados.
Víctor SánchezEntre tradición y vanguardia: El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla
Obra para teatro de títeres basada en un episodio de la segunda parte de El Quijote, e instrumentada para orquesta de cámara y cantantes
Carol HessRamón de la Cruz y la zarzuela en el siglo XVIII
Creador de la zarzuela moderna, fue uno de los autores más exitosos de la segunda mitad del siglo
Joaquín Álvarez BarrientosEl musical del siglo XXI
De ser un género "menor", ha pasado a ser una reconocida manifestación artística y comercial
Alejandro PostigoFarinelli en España
La gestión de Farinelli puso el teatro musical en España a un nivel hasta entonces desconocido
José María DomínguezLa zarzuela en la América Hispana
La calurosa acogida de la zarzuela en América se debió al fuerte vínculo cultural con España.
Mª de los Ángeles Chapa BezanillaEl teatro musical después de Calderón
El teatro musical mantuvo la grandeza y boato del género tras la muerte de Calderón.
Julio Vélez SainzEl empeño de lo breve: Teatro Musical de Cámara
El teatro breve fue el único capaz de adaptarse a las distintas modas y circunstancias que atravesaron el siglo XX.
Elena Torres ClementeParadojas de la gestión de la ópera
La singularidad de la ópera consiste en su complejidad formal y, por lo tanto, en su inmensa complejidad potencial de sentido.
Joan MataboshLa memoria del teatro musical en España
Una mirada holística al panorama músico-teatral abarcando en nuestro barrido desde el barroco a nuestros días.
Ignacio Jassa Haro