Ramón de la Cruz y la zarzuela en el siglo XVIII
Ensayos de teatro musical español
Joaquín Álvarez Barrientos (CSIC)El madrileño Ramón de la Cruz (1731- 1794) es el más famoso de los autores de su época. Al igual que otros, pero a diferencia de los dramaturgos clasicistas, escribió obras cultas (tragedias y comedias clásicas) y populares (sainetes, comedias de magia, musicales y desde luego zarzuelas).
Poco se sabe de su instrucción, salvo que escribió desde pequeño y que hizo estudios de humanidades; contó con la protección de los duques de Alba, de la condesa de Benavente y de la duquesa de Osuna, en cuyos palacios representó alguna obra, y trabajó en la contaduría de penas de Cámara y gastos de Justicia toda su vida.
Fue uno de los más exitosos autores de la segunda mitad del siglo, lo que le significó entrar en numerosas polémicas para defenderse de los ataques y críticas recibidos por el tipo de teatro que escribía. Pero, a pesar del rechazo, parte de ese teatro –los sainetes–, contribuyó a dibujar uno de los retratos de Madrid y sus ciudadanos que más tiempo ha pervivido en la historia de las representaciones urbanas, hasta el punto de que no pocos de esos tipos y actitudes pasaron a la zarzuela decimonónica y a los estudios históricos como ejemplos de veracidad y realismo.
La creencia de no pocos eruditos del XIX fue que Cruz reflejó las costumbres españolas y madrileñas con total fidelidad, algo que él mismo asentó en un conocido texto de 1786, al señalar que sus piezas eran "pintura exacta de la vida civil y de las costumbres españolas", pues solo habría copiado lo que veía, con el objetivo de reproducir "la historia de nuestro siglo". Más tarde se extendió la opinión, avalada por José Somoza en 1837, de que para "conocer a fondo las costumbres españolas en el siglo XVIII" bastaba con estudiar "el teatro de don Ramón de la Cruz, las poesías de Iglesias [de la Casa] y los caprichos de Goya".
Con esta base, Emilio Cotarelo y Mori, su primer gran estudioso, lo presentó en 1899 como un ejemplo acabado de español, mientras, para completar esa imagen ejemplar, quiso hacer un estudio socio- antropológico de sus sainetes en relación con las costumbres de su tiempo, para demostrar su condición distintiva. Ramón de la Cruz, pues, habría representado en sus personajes al español, lo característico y pintoresco de una sociedad ya desaparecida que podemos conocer en sus sainetes.
Este prestigio de Cruz como autor que refleja la realidad entorno le sirvió para ocupar un distinguido lugar en la historia literaria, pues se le tenía por creador de un teatro verdaderamente nacional, igual que lo había sido Lope de Vega un siglo antes, precisamente por las mismas razones: por reflejar las costumbres de su tiempo. De hecho, los investigadores del XIX le llamaron "el Lope de Vega del pasado siglo" y Pérez Galdós extrajo de sus obras su idea del siglo ilustrado, así como gran parte de los principios teóricos que sustentaron su edificio narrativo.
Pero esa buena reputación decreció cuando, tras ser uno de los soportes del teatro nacional, sus sainetes se consideraron expresión madrileñista, es decir, reflejo de algo castizo y costumbrista, conceptos que la crítica asoció al ámbito del conservadurismo, aunque no siempre sea así. Pero, a pesar de este déficit en su valoración, es precisamente esa producción literaria la que ha sobrevivido, más allá de comedias, óperas y zarzuelas.
La zarzuela dieciochesca
Las zarzuelas no son obras populares en su origen, pero es consideración extendida que se aplebeyaron en el XVIII, por usar la terminología de Eugenio d'Ors y José Ortega y Gasset. Más tarde Ramón Menéndez Pidal, Dámaso Alonso y Julio Caro Baroja, entre otros, apuntalaron el peso específico de lo popular en la construcción de la cultura española y como elemento que daba las claves de su interpretación.
Como otros géneros literarios y teatrales, la zarzuela, especie de clara raíz hispana que combina el recitado con el canto, cambió su formato desde su origen en el XVII hasta lo que conocemos como modelo canónico en el XIX-XX. En el setecientos participa de las características triunfantes del teatro de la época y de su vinculación con la música italiana, aunque uno de sus rasgos más característicos fue su capacidad para adaptar con flexibilidad elementos procedentes de otras modalidades, lo que se manifiesta claramente en la variedad de nombres con que se designó este producto melodramático: drama músico, drama armónico, drama cómico-armónico, zarzuela, zarzuela armónica, zarcicomedia de música; ensayos todos de nuevas formas escénicas que se alejaban de la zarzuela del XVII no solo al abandonar el espacio cortesano para llegar a los escenarios públicos, sino también porque asumían elementos de la ópera italiana, del dramma giocoso y de las óperas bufas.
A pesar de ser recordado por los sainetes, hay que indicar que la primera obra que estrenó Ramón de la Cruz, en 1757, fue una de las que hoy consideramos zarzuela: Quien complace a la deidad, acierta a sacrificar, con música de Manuel Pla, que se inscribe en la tradición barroca de asunto mitológico.
Zarzuelas y comedias están íntimamente relacionadas, pero la presencia de la música en proporciones cada vez mayores, así como su influencia en el desarrollo de la acción, las separó hasta dar entidad de género a las primeras, algo que no recogía el Diccionario de Autoridades en su temprana definición de 1739, pues solo considera zarzuelas aquellas comedias en dos actos representadas en el Real Sitio de la Zarzuela.
De hecho, a mediados de siglo, aún no estaba determinado el género, como señala el mismo Ramón de la Cruz en el prólogo de su primera zarzuela (1757), que el etiquetó como drama cómico-armónico:
Dejé a la discreción ajena la libertad del apelativo, dándole el nombre propio de drama, que es lo indisputable de su origen, ya que zarzuela, que es el común con que se distinguen aquí los poemas de dos jornadas, ningún autor de cuantos he visto me da la definición.
Más claro lo tenía Tomás de Iriarte años después, en época en que Cruz triunfaba, cuando en su poema La música (1779) escribe estas conocidas palabras:
Digna mención pudieras
haber hecho también de nuestro drama
que zarzuela se llama,
en que el discurso hablado
ya con frecuentes arias se interpola,
o ya con dúo, coro y recitado;
cuya mezcla, si acaso se condena,
disculpa debe hallar en la española
natural prontitud, acostumbrada
a una rápida acción, de lances llena,
en que la recitada cantilena
es rémora tal vez que no le agrada.
Para Iriarte, que recuerda la caracterización que Lope hizo del público español en el Arte nuevo de hacer comedias, lo característico de la zarzuela es la intromisión de la música en el texto hablado y la rapidez de la acción, necesaria para atrapar al espectador, lo que la aleja de la ópera.
Ramón de la Cruz y la difusión del teatro musical en su tiempo
Ramón de la Cruz, al igual que otros colegas, y como hizo con los sainetes, tradujo y adaptó piezas y óperas italianas. En práctica habitual, a veces reducían las obras, otras incorporaban texto y música propios, manipulación que connaturalizaba los originales para producir un trabajo nuevo.
Fue él quien, desde esta práctica, creó la zarzuela moderna tras pasar por un periodo de aprendizaje en el que representó obras de este tipo en teatros públicos, pero también privados, como El tutor enamorado y Los cazadores, ambas traducciones de 1764.
Su producción fue enorme. De un total de casi quinientas cincuenta obras, treinta y seis son zarzuelas, pero lo que contribuyó a dar forma al género y a modernizarlo fue que lo adaptó a los tiempos que corrían, introduciendo temas, personajes, sensibilidades, cuestiones, debates y mensajes contemporáneos.
Del mismo modo que la comedia sentimental se hizo un hueco en la escena dando salida al moderno modelo socio-estético, Cruz introdujo ese sistema en el teatro lírico (igual que en los sainetes), unas veces en zarzuelas de asunto campestre, otras en representaciones de ámbito urbano: El licenciado Farfulla, El peregrino en su patria (que no tiene que ver con la obra de Lope), El filósofo aldeano, Los villanos en la corte.
Como autor original se le deben La Briseida, El buen marido, Las foncarraleras, La mesonerilla, El tío y la tía, "zarzuela burlesca en un acto" con música de Antonio Rosales –de 1767; aquí, frente a lo que escribió en 1757, ya tiene clara la adscripción–, Las segadoras de Vallecas –que definió el futuro del género– y Las labradoras de Murcia, que motivó el ataque de Casimiro Gómez Ortega, bajo el título de Examen imparcial de la zarzuela intitulada "Las labradoras de Murcia" e incidentalmente de todas las obras del mismo autor (1769).
En total, entre propias y traducidas, se conocen treinta y seis zarzuelas suyas, producción no despreciable que en los años sesenta y setenta del siglo dio forma al género que heredó el siglo XIX y sirvió, como no poco del teatro llamado popular, a difundir la nueva mentalidad ilustrada.
Como todo exitoso autor, Cruz recibía los ataques de los críticos por no respetar las reglas dramáticas del clasicismo, así como por no conocer "las costumbres y carácter" de los héroes mitológicos que presentaba en sus primeras zarzuelas, como le sucedió con Briseida. Pero en 1768, como se señaló, cambió su estrategia creativa y abandonó ese marco referencial antiguo para centrarse en lo coetáneo y cotidiano, perspectiva y modelo que el público conocía y con los que triunfaba en sus sainetes. Ese año estrenó Las segadoras de Vallecas, que fue todo un éxito, al que no era ajeno el compositor de la música, Antonio Rodríguez de Hita.
La colaboración con Rodríguez de Hita y otros compositores
Al tándem Cruz-Hita se le debe mucho en la renovación del género. El argumento unía en su trama amores contrariados entre miembros de distintas clases sociales, celos, un entorno agrícola, las tradicionales invectivas contra ambos sexos y cierta crítica de la aristocracia, en línea con las sátiras a Arnesto de Jovellanos:
Mire usted
si puede la desvergüenza
llegar a más […].
Estos señores se huelgan
entre tanto que cada uno
de nosotros se revienta
para ganar el jornal.
Fue con este tipo de zarzuelas con las que mayores éxitos alcanzaron él y las compañías que las representaban, pues satisfacían el gusto mayoritario de los públicos. Las alusiones picantes, naturalistas, la música española con seguidillas, jotas y otros tonos populares agradaban a los públicos, que encontraban variedad en los asuntos, personajes y músicas.
En 1769 repitió con Rodríguez de Hita en Las labradoras de Murcia, otro gran éxito, abriendo un tipo de composiciones que conjugaban lo urbano, lo rural y el color local con lo sentimental, junto al lenguaje de la calle, lo que atrajo al público, aunque no a los censores, que no daban licencia de publicación hasta que no ajustaba la lengua a los criterios del decoro.
En la misma línea moderna continúa En casa de nadie no se meta nadie o el buen marido, con música de Fabián García Pacheco, de 1770, en la que dibuja personajes de vecindad como el barbero, la criada, la comadre. Lo mismo sucede en Las foncarraleras, en que opone ciudad y campo de nuevo, y en El licenciado Farfulla, que recuerda a El sí de las niñas en algunos aspectos.
Atento siempre a los cambios de gusto del público, abandona la composición de zarzuelas en 1776, cuando comienza a triunfar la tonadilla, y solo volvió a ellas en 1786 para escribir, a petición de la duquesa de Osuna, El extranjero y Clementina, con músicas de los italianos Antonio Ponzo y Luigi Boccherini, respectivamente.
Sus zarzuelas modernas, de apariencia popular por los personajes y por parte de los números musicales, daban sin embargo cabida a mensajes modernos respecto a las nuevas maneras de conducirse hombres y mujeres y trataban asuntos relacionados con la nueva civilización, es decir, con los modelos de convivencia y sociabilidad.
Y, como en los sainetes, el humor y la sátira fueron elementos esenciales para el éxito de las piezas, lo que además favorecían la general buena interpretación de los actores-cantantes, los argumentos atractivos para el público mayoritario, y la música que compusieron autores como Rodríguez de Hita, Pablo Esteve, Antonio Palomino, Antonio Rosales, que, gracias a las peripecias, podían escribir melodías populares y regionales, además de otras de inspiración culta.
Esta variedad de registros y lenguajes facilitó de forma clara la aceptación del producto, pero también supuso una experiencia diferente para los espectadores, pues, aunque acostumbrados a la presencia de la música en las obras teatrales, no lo estaban ni al modo ni a la cantidad, ni tampoco a que lo lírico modificara la percepción de la obra.
Bibliografía
- COTARELO y MORI, Emilio: Don Ramón de la Cruz y sus obras. Ensayo biográfico y bibliográfico, Madrid, Imprenta de José Perales, 1899.
- COTARELO Y MORI, Emilio: Historia de la zarzuela, o sea el drama lírico en España, desde su origen a fines del siglo XIX, introducción de Emilio Casares Rodicio, Madrid, ICCMU, 2000.
- RECASENS BARBERÀ, Albert: Las zarzuelas de Antonio Rodríguez de Hita (1722- 1787). Contribución al estudio de la zarzuela madrileña hacia 1760- 1770, Lovaina, Université Catholique de Louvain, 2001.
Joaquín Álvarez Barrientos (CSIC)
Todos los ensayos
Un paseo por la historia del teatro musical en España
Una visión panorámica de la genealogía y evolución de los diversos géneros de teatro musical en España.
Javier Huerta CalvoEn los orígenes del teatro musical
En la Edad Media, vinculados a la liturgia, aparecieron los primeros ejemplos de teatro musical.
Alicia LázaroLa edad de oro del género chico
Las últimas décadas del siglo XIX vieron florecer el género chico, del que son emblemas La Gran Vía o La verbena de la Paloma.
Fernando Doménech RicoLa ópera española de vanguardia
Desde los años sesenta, la vanguardia musical comienza a experimentar con el teatro musical.
Jorge Fernández GuerraUna saga de grandes libretistas: los Fernández-Shaw
La Revoltosa, Luisa Fernanda o La vida breve deben sus libretos a Carlos Fernández Shaw y a sus hijos, Guillermo y Rafael.
José Prieto MarugánEl entremés cantado o baile dramático
El entremés cantado es un género del Siglo de Oro con personajes populares que alterna partes cantadas y recitadas.
Abraham MadroñalEl melólogo y otras formas dieciochescas
El melodrama o melólogo, que aunaba música y declamación, triunfó a finales del XVIII gracias a autores como Tomás de Iriarte.
Virginia Gutiérrez MarañónEl público del teatro musical: del Liceo a la Zarzuela
El éxito del género chico se debe a un cambio en los hábitos de consumo del público madrileño.
Pilar Espín TempladoOrígenes de la zarzuela
La segunda mitad del siglo XVII vio nacer la zarzuela, que tenía entonces argumentos mitológicos.
Álvaro TorrenteLa tonadilla escénica
La tonadilla escénica triunfará en la segunda mitad del siglo XVIII, se hibridará con la ópera italiana y recibirá críticas ilustradas.
Alberto Romero FerrerEl teatro musical como espectáculo
El frágil equilibrio entre escenografía, música y texto ha originado distintas visiones a lo largo de la historia.
Ignacio GarcíaLos bufos en España
El actor Francisco Arderíus y sus Bufos Madrileños promovieron el repertorio de Offenbach, que revolucionó el teatro musical.
Serge SalaünBarbieri o la lucha por una lírica nacional
Compositor, director, musicólogo y empresario, Barbieri es sin duda la figura más importante del teatro musical en la España del XIX.
Emilio Casares RodicioLa ópera flamenca
La ópera flamenca vivió su apogeo entre 1924 y 1934, además de abriendo el género a un amplio público.
Francisco Gutiérrez CarbajoEl teatro frívolo: las variedades y la revista
Tramas desenfadadas, músicas ligeras, escenografías atractivas y guiños eróticos hicieron triunfar estos géneros.
Eduardo HuertasHacia una ópera española: de Pedrell a Albéniz
La creación de una "ópera nacional" centró los esfuerzos de Bretón o Pedrell, pero también de Albéniz o Granados.
Víctor SánchezEntre tradición y vanguardia: El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla
Obra para teatro de títeres basada en un episodio de la segunda parte de El Quijote, e instrumentada para orquesta de cámara y cantantes
Carol HessRamón de la Cruz y la zarzuela en el siglo XVIII
Creador de la zarzuela moderna, fue uno de los autores más exitosos de la segunda mitad del siglo
Joaquín Álvarez BarrientosEl musical del siglo XXI
De ser un género "menor", ha pasado a ser una reconocida manifestación artística y comercial
Alejandro PostigoFarinelli en España
La gestión de Farinelli puso el teatro musical en España a un nivel hasta entonces desconocido
José María DomínguezLa zarzuela en la América Hispana
La calurosa acogida de la zarzuela en América se debió al fuerte vínculo cultural con España.
Mª de los Ángeles Chapa BezanillaEl teatro musical después de Calderón
El teatro musical mantuvo la grandeza y boato del género tras la muerte de Calderón.
Julio Vélez SainzEl empeño de lo breve: Teatro Musical de Cámara
El teatro breve fue el único capaz de adaptarse a las distintas modas y circunstancias que atravesaron el siglo XX.
Elena Torres ClementeParadojas de la gestión de la ópera
La singularidad de la ópera consiste en su complejidad formal y, por lo tanto, en su inmensa complejidad potencial de sentido.
Joan MataboshLa memoria del teatro musical en España
Una mirada holística al panorama músico-teatral abarcando en nuestro barrido desde el barroco a nuestros días.
Ignacio Jassa Haro