Juan Carlos Savater

Diez preguntas a… Juan Carlos Savater

Con 24 años, Juan Carlos Savater (San Sebastián,1953) viaja a un pequeño monasterio de los Alpes franceses a practicar zen rinzai con un maestro japonés. Allí nace El refugio de las fieras (1987), una obra basada en el nombre de un bosque cercano al monasterio, en el que haría largas estancias a la par que desarrollaba su carrera artística. Ha estudiado vedanta, budismo y cristianismo, para él "una misma y única búsqueda", que complementan su trayectoria como pintor. Su obra a menudo busca estimular la experiencia espiritual, pero no solo desde el simbolismo, sino también desde lo sensual. Ha viajado poco, pero añade: "Hace tiempo que aprendí a traerme el Himalaya a casa y desde entonces no necesito salir mucho para buscar inspiración".

¿Considera que, en algún momento y aunque sea de manera puntual, ha habido en su obra una relación con la cultura, el pensamiento o el arte de Asia oriental (Japón o China), India, Tíbet, Nepal o el sudeste asiático? ¿Cómo caracterizaría esa relación o influencia? ¿Es de tipo formal y visual o intelectual y literaria?
Mi relación con Oriente me acompaña desde la adolescencia. Recuerdo a los 13 años la lectura de un libro sobre el budismo de Maurice Percheron que me marcó enormemente. Quizá comenzara entonces una búsqueda espiritual más consciente, pero en todo caso esta relación oriental pasó a convertirse en parte esencial de mi vida. No ha sido una fuente de inspiración más en mi pintura y ni siquiera la más importante, sino que es una relación anterior a mi dedicación artística e independiente de ella, y, por fuerza, ha permeado también toda mi obra artística. Sin embargo, nunca he querido que alusiones culturales exóticas pudieran despistar y se diluyera así un planteamiento más misterioso e íntimo de la obra, que es lo que en realidad me importa en mi trabajo. Lo mismo me ha ido sucediendo también en la vida cotidiana; he rehuido en lo posible rodearme de estéticas culturales foráneas o inusuales que pudieran hacerme perder de vista el verdadero sentido desnudo de lo comprendido. Por tanto, la influencia en mi caso no es estética (aun conociendo bastante bien y apreciando mucho el arte clásico chino, japonés e hindú), sino, podría decirse, metafísica o sencillamente religiosa. En 1977 fui a practicar formalmente zen (rinzai) con un maestro que acababa de llegar de Japón tras doce años de estancia en aquel país y dirigía un pequeño monasterio en las estribaciones de los Alpes franceses. Era uno de los primeros maestros europeos (suizo), si no el primero, autorizados oficialmente en Japón. Yo tenía 24 años. Practiqué e hice largas estancias allí durante mucho tiempo conforme iba desarrollando mi carrera artística; y, aunque después estudié también con algunas otras formas de budismo —theravada y budismo shin y, posteriormente, también el vedanta advaita—, todo ha sido una misma y única búsqueda en mi vida. Todo lo aprendido sigue vigente. Hoy tal vez más vigente que nunca. Esta búsqueda espiritual a la que me refiero ha sido siempre paralela a mi trayectoria como pintor. En los tiempos mejores, he sentido la segunda como un necesario complemento de la primera. En los peores, la segunda se ha convertido en una pesada carga oscura y contradictoria respecto de la primera. Algunas otras veces, simplemente han transcurrido a la par, sin interferirse en apariencia. Pero, para bien o para mal, nunca han dejado de existir ecos más o menos explícitos y constantes en toda mi obra de eso hacia lo que siempre he estado imantado.
¿Cuáles han sido sus puntos de referencia, sus fuentes y sus experiencias personales en torno a este tema?
Las vías que he estudiado son el vedanta, el budismo y, por supuesto, el cristianismo (tanto católico como oriental, nutrido y revalorizado por las dos anteriores). Han sido muchos los que, a lo largo de los años, me han guiado personalmente en estos temas. Al margen del cristianismo, los más significativos fueron el maestro Taïkan Jyoji (zen), el Dr. Alfred Bloom (budismo shin) y Sailor Bob Adamson y Eliot Weber (vedanta advaita). Además de esa experiencia directa, la pasión por tales sabidurías me ha llevado a leer también todo lo legible sobre estos temas, tanto obras canónicas como contemporáneas. He publicado tres breves libros en los que he tratado de presentar mi visión sobre este ámbito, aunque, desde luego, no hay en ellos ninguna referencia a mi trabajo artístico ni al arte en general. Puedo decir que, de algún modo, toda mi experiencia estaría recogida en esas obras, y de una manera muy diferente, por supuesto, también en mis cuadros.
Eudald Serra, viajero infatigable, dijo: "Hay que verlo todo. Todo lo que sepas lo sabrás porque lo hayas visto, no porque te lo hayan dicho". ¿Ha viajado y conocido personalmente aquellos lugares por cuya filosofía, estética, tradición y arte se ha sentido atraído?
He viajado muy poco y no he ido a países lejanos o exóticos, la vida ha venido así. El monte Athos es el lugar más exótico de mi palmarés y allí también viajé movido por el mismo extraño anhelo. Lo que se me ha "dicho" y se me ha enseñado a ver lo he "visto" estando en el campo de la sierra madrileña o en otros lugares cotidianos. Hace tiempo que aprendí a traerme el Himalaya a casa y desde entonces no necesito salir mucho para buscar inspiración. Afortunadamente, ya no hay que irse lejos más que para hacer turismo y no para buscar lo que yo andaba buscando. Si lo que buscaba hubiera sido algo particular de Rishikesh (India) o Tokio, no habría tenido nunca efectividad alguna para mí ni seguramente me habría atraído lo más mínimo.
¿Cómo se ha enfrentado a esas referencias que le han interpelado o cómo ha trabajado con ellas?
Como nunca he trabajado en diversos proyectos ni en diversas ideas porque creo que siempre he tenido un solo proyecto e idea (¡como mucho!), solo puedo responder a esta pregunta citando algunos cuadros. Como dije antes, casi siempre he evitado deliberadamente la influencia de estéticas o elementos explícitamente orientales en mi pintura, sin embargo, no es difícil rastrear a lo largo de todos los cambios que en ella han ido surgiendo la influencia constante de Oriente con las características que también he venido señalando. Y esto sucede tanto en mis pinturas no figurativas o semifigurativas como en las más narrativas. En las primeras, esta referencia se hace patente, sobre todo, en los títulos, que indican claramente con qué mente y con qué afán buceaba yo en mi pintura en aquellos tiempos.
Algunos pocos ejemplo de ello:
El refugio de las fieras (1987), basado en el significativo nombre del bosque donde se asentaba el monasterio donde practiqué; Escudo de compasión, Causa y efecto, Tres fuegos (1989), con referencias directas al budismo; Presentimiento sublime, Campana y hielo (1990), dos recreaciones de la campana usada en el zen para acudir al diálogo con el maestro; Transmisión, Sello del espíritu, La otra orilla (1991), inspirados en estos términos empleados en el budismo zen. Y ya en cuadros más narrativos: Desnudo con sandalias de paja (1997), las sandalias de bonzo con que adorné a la modelo; una serie de paisajes serranos, desolados e "insípidos", inspirados en cierta pintura clásica china (1999); Kuan Yin, Parinirvana, Buda con flores de jara, Campanas indias (2000), todos ellos imágenes de Budas en la sierra madrileña; Bodegón con paisaje de Dong Quichang, Bodegón con paisaje de Gong Xian (2003), dos versiones de admirados pintores de paisaje chinos del siglo XVII; Secreto abierto, Una sola esencia (2008), inspirados en la metafísica del vedanta. Príncipe Siddharta anciano (2011), Proezas magistrales (2012), un retrato de un viejo Buda y un paisaje sombrío con unos burros, personal ilustración de un célebre kōan zen. Son algunos ejemplos de cómo he trabajado con estas influencias.
¿Considera que este encuentro fue una relación puntual, efímera, parcial o algo que ha calado hasta convertirse en parte de sí mismo? ¿Respondía ese encuentro a una sintonía personal?
A esta pregunta creo haber contestado ya en respuestas anteriores.
Relación, influencia, copia, inspiración, punto de partida, reconocimiento de lo propio en el otro o en lo ajeno… En su caso, ¿cuál cree que es el término más adecuado para describir el fenómeno del que estamos hablando? ¿Y si hablamos más en general del arte contemporáneo español?
Pienso que "un punto de partida" sería el término adecuado de mi conexión con esto y con respecto a mi trabajo artístico. En relación con el arte contemporáneo español, reconozco que estoy algo aislado y tengo ya escasa información.
¿En qué medida cree usted que el pensamiento y la cultura asiática y su plasmación material (artes plásticas, jardinería, teatro, poesía, etc.) han influido en el desarrollo del arte contemporáneo? ¿Y, de nuevo, en el caso español?
Las influencias son innegables, aunque en mi opinión, en general, casi siempre han sido más bien formales y anecdóticas; y solo en muy contadas ocasiones se ha compartido realmente la profunda metafísica que existe en el trasfondo de esas culturas. Por poner un solo ejemplo: la imitación de la verdadera caligrafía a partir de gestos abstractos banales suele confundir la espontaneidad (oriental) con la rapidez, y lo inefable (oriental) con lo abstracto.
¿En qué momento piensa que esta influencia ha sido más significativa? ¿En la primera mitad del siglo XX, a partir de los años cincuenta, en la década de los setenta o a partir de los noventa?
El maestro al que acudí para practicar en mi juventud pertenecía a la misma generación de Gary Snyder (el poeta estadounidense) y como él y algunos otros, en Estados Unidos y Europa, fue a Japón (otros a India) en busca del autoconocimiento de la esencia atesorada por esas culturas. Que yo me viera atraído después, a los 24 años, a practicar zen con él fue solo una consecuencia de lo que antes había sucedido. Ya en la primera mitad del siglo XX, René Guénon, Ananda K. Coomaraswamy, Mircea Eliade, Joan Mascaró y otros aportaron traducciones, estudio y cercanía. Fue también en estos años cuando empezaron a llegar a Occidente, invitados por las primeras personas interesadas, los verdaderos maestros de las diversas vías asiáticas. Creo que esta primera mitad del siglo XX fue esencial. Aunque ya en siglos anteriores Oriente había sido atractivo para el mundo del arte, entonces comenzaba a serlo no solo por el exotismo, sino también por un determinado contenido. (Mucho antes, Arthur Schopenhauer había dado con su intuición filosófica el paso definitivo para este "descubrimiento"). A partir de ese momento, la cosa ha ido lógicamente a más… y el único problema que empieza a plantearse ahora, como pasa siempre, es la banalización; y es exactamente lo mismo que sucede en el arte.
¿Considera que el público acepta de buen grado estas aportaciones ajenas? En su opinión, ¿tiene el público deseos de exotismo?
Por desgracia para mí, casi nunca he sido capaz de pintar para los demás, así que me siento incapaz de saber qué piensa el público.
¿Considera que el fenómeno de la globalización, que ha relativizado las distancias en el espacio y en el tiempo, ha acentuado las influencias mutuas entre los distintos ámbitos culturales? ¿Los ha vuelto más permeables, pero también más superficiales?
Lo malo de lo exótico es cuando continúa siendo exótico pero ya sin serlo. Pasa cuando solo se alcanza a ver lo trivial. Algo parecido sucede ahora.