Manolo Quejido

Diez preguntas a… Manolo Quejido

La corriente oriental pasa por la obra de Manolo Quejido (Sevilla, 1946) "como un Guadiana". En 1964 se traslada a Madrid, donde experimenta durante diez años con distintos lenguajes de vanguardia: de una primera etapa expresionista pasa a fundar con Herminio Molero y Gómez de Liaño la Cooperativa de Producción Artística y Artesana, en la que trabaja la poesía visual; para después investigar modelos matemáticos y secuenciales en una obra geométrica y tecnificada. Preocupado por la necesidad de reflexionar sobre la función social del arte, su obra se caracteriza por un colorido vivo y una pincelada vibrante, cargada de alegría vital. Aunque no ha tenido ocasión de viajar a Asia oriental, la lectura e imágenes forman, junto con los tesoros de arte asiático de museos de Estados Unidos y Europa, un otro que le apasiona y que le ha ayudado a constituirse como artista.

Prefiero, en atención al cuestionario, trazar estas líneas:

Ya desde mediados del siglo XIX, el próximo y lejano Oriente comienza a fecundar el arte y el pensamiento de Occidente a lo largo de todo el siglo XX, por tanto, también a este Finisterre. En los mejores casos, de modo sutil, no aparente.

Del otro lado de la cultura grecolatina, trenzada con la judeocristiana en la que crecemos, encuentro la oposición de Lao Tse y Confucio de la cultura china. De ella me conmocionó el camino de la práctica experiencial del budismo zen en todas sus manifestaciones, singularmente en Japón.

No he tenido la ocasión de viajar a Oriente; por tanto la lectura y el visionado de imágenes forman, junto a las visitas a los tesoros de arte oriental en los museos de Boston, Nueva York, Washington, París, Londres, Berlín y cuanto por aquí ha llegado a exponerse, el bagaje de mi conocimiento presencial de las obras, que desde su antigüedad hasta su vanguardia configuran un otro que no solo me apasiona, sino que, de hecho, también me constituye.

A lo largo de todo mi hacer, que pasa ya del medio siglo, podríamos encontrar como un Guadiana, a veces de modo explícito, esa corriente oriental.

Dos obras equiparo por su precisión conceptual: de aquí, la nada en Las meninas; de allí, el vacío de Pinos en la niebla de Hasegawa Tōhaku, que pudimos ver en el Palacio de Velázquez de Madrid.