- ¿Considera que, en algún momento y aunque sea de manera puntual, ha habido en su obra una relación con la cultura, el pensamiento o el arte de Asia oriental (Japón o China), India, Tíbet, Nepal o el sudeste asiático? ¿Cómo caracterizaría esa relación o influencia? ¿Es de tipo formal y visual o intelectual y literaria?
- Desde luego que sí, desde hace muchos años tengo una relación muy cercana con el pensamiento, la cultura y el arte de Asia oriental; es un vínculo que va mas allá de la forma. La forma no es más que el resultado de la compresión y la práctica de una manera de hacer con la que me siento completamente cómoda y en la que me muevo como pez en el agua sin necesidad de prescindir de mis orígenes occidentales.
- ¿Cuáles han sido sus puntos de referencia, sus fuentes y sus experiencias personales en torno a este tema?
- Mis puntos de referencia han sido y siguen siendo, sobre todo, de carácter poético e intelectual o, más bien, espiritual. Desde muy pequeña sentí una atracción que podría considerarse irracional, porque no había motivos justificados para que ese pensamiento resultara tan hondo. Luego, fueron llegando fuentes principalmente literarias que descubrí a raíz de mi interés por los filósofos místicos y alquimistas centroeuropeos. El secreto de la flor de oro de Carl Gustav Jung, la edición del I Ching de Richard Wilhelm o Místicos y magos del Tíbet de Alexandra David-Néel son algunos de los primeros libros que cayeron en mis manos cuando era muy joven. Fue alrededor de 1989, gracias al primer contacto con los libros de Taisen Deshimaru, primer maestro zen en Europa (con publicaciones como La práctica del zen, Preguntas a un maestro zen, Zen y cerebro, Zen y artes marciales…), cuando conseguí poner en orden todas estas atracciones y pensamientos. Autores como Aldous Huxley, con La filosofía perenne, o Ken Wilber y la psicología transpersonal, con La conciencia sin fronteras o El paradigma holográfico, por citar algunos libros, han sido centrales en mi aproximación a este conocimiento. Poco después conocí al maestro zen español, discípulo de Taisen Deshimaru, Dokushō Villalba, con el que mantengo hasta el día de hoy una gran amistad. Por este camino me he sentido feliz para enfrentarme al mundo y a la creación. Mis fuentes y mis experiencias personales provienen de la poesía, la filosofía y la práctica meditativa; la vía del zen es pura praxis. De esta experiencia de sentir la vida se nutre mi producción artística.
- Eudald Serra, viajero infatigable, dijo: "Hay que verlo todo. Todo lo que sepas lo sabrás porque lo hayas visto, no porque te lo hayan dicho". ¿Ha viajado y conocido personalmente aquellos lugares por cuya filosofía, estética, tradición y arte se ha sentido atraída?
- Sí, estuve en Japón una larga temporada; me sentí como en casa, aprendí japonés y conservo grandes amigos, aunque también estuve en China, en el norte de la India, en Dharamsala, donde viven refugiados tibetanos; allí viajé con el dálai lama. Pero es en Japón donde siento el vínculo más estrecho.
- ¿Cómo se ha enfrentado a esas referencias que le han interpelado o cómo ha trabajado con ellas?
- Con total normalidad, ya que siempre he tenido claro que uno no pierde sus raíces por ir buscando, viendo y aprendiendo todo lo que le interesa y con lo que se siente más identificado. Yo no pierdo mi identidad como occidental (además, con una clara influencia nórdica, podría decirse, que se remonta a lo más atávico de algunas de mis obras). Toda esa sabiduría que he recibido y recibo de Oriente me ha nutrido y me nutre en mi conocimiento de la naturaleza del ser, en una comprensión del mundo con una visión no parcial de las cosas.
- ¿Considera que este encuentro fue una relación puntual, efímera, parcial o algo que ha calado hasta convertirse en parte de sí misma? ¿Respondía ese encuentro a una sintonía personal?
- Desde luego es algo que ha calado y forma parte consustancial de mí desde hace muchos años; está claro que este encuentro responde a una sintonía personal.
- Relación, influencia, copia, inspiración, punto de partida, reconocimiento de lo propio en el otro o en lo ajeno… En su caso, ¿cuál cree que es el término más adecuado para describir el fenómeno del que estamos hablando? ¿Y si hablamos más en general del arte contemporáneo español?
- Yo hablaría de relación, de inspiración, de reconocerse en ello, pero si uno se reconoce en algo es porque no le es ajeno. No sé qué decir sobre la relación de lo anterior con el arte contemporáneo español, quizá podríamos hablar de inspiración…
- ¿En qué medida cree usted que el pensamiento y la cultura asiática y su plasmación material (artes plásticas, jardinería, teatro, poesía, etc.) han influido en el desarrollo del arte contemporáneo? ¿Y, de nuevo, en el caso español?
- Sin duda pienso que la influencia es grande; siempre digo que una de las características más importantes del arte es mantenerse atento y, gracias a la calidad de esa atención, ser capaz de ver, sorprenderse, aceptar y crear cosas nuevas.
- ¿En qué momento piensa que esta influencia ha sido más significativa? ¿En la primera mitad del siglo XX, a partir de los años cincuenta, en la década de los setenta o a partir de los noventa?
- No lo sé con exactitud, pero diría que es a partir de los años sesenta cuando se empieza a extender el interés por el pensamiento oriental. En la actualidad está muy integrado, y hay muchas disciplinas que ya forman parte de Occidente.
- ¿Considera que el público acepta de buen grado estas aportaciones ajenas? En su opinión, ¿tiene el público deseos de exotismo?
- Yo creo que sí; se aceptan de buen grado las aportaciones ajenas, aunque yo no usaría la palabra "ajeno", no sé si por exotismo o curiosidad. La curiosidad es buena para aprender cosas nuevas.
- ¿Considera que el fenómeno de la globalización, que ha relativizado las distancias en el espacio y en el tiempo, ha acentuado las influencias mutuas entre los distintos ámbitos culturales? ¿Los ha vuelto más permeables, pero también más superficiales?
- Sí, más permeables, pero en general mucho más superficiales.
Diez preguntas a… Pamen Pereira
Gallega de nacimiento, aunque valenciana de adopción, la artista Pamen Pereira (Ferrol, 1963) se nutre de la poesía, la naturaleza, la filosofía y la práctica meditativa. Su obra se mueve entre el dibujo, la pintura, la escultura, la instalación, y en ocasiones la fotografía y el video, en los que busca concretar el acto creativo. En 1996 realiza la exposición Agua caliente para el té en Suiza y recibe una beca para residir en Japón, donde prepara Música del vacío en la Recent Gallery de Sapporo. Aunque ha viajado a China e India, es en Japón donde siente un vínculo más estrecho: allí se siente como en casa. Para su búsqueda artística, "mantenerse atento" es lo que considera más importante, y, gracias esa atención, "ser capaz de ver, sorprenderse, aceptar y crear cosas nuevas". En los últimos años su trabajo se ha centrado en las instalaciones e intervenciones específicas en lugares públicos y privados, un reto en cuanto al carácter social del arte, el papel del artista en la sociedad, y la función de la imagen poética.