Comenzamos la historia de la guitarra en las décadas finales del siglo XV, cuando los violeros españoles fueron configurando y perfeccionando un tipo de instrumentos de cuerda pulsada con la caja de resonancia en forma de ocho y el fondo plano, de aspecto parecido a la guitarra clásica. Los modelos más grandes y con más cuerdas (hasta 7 pares) eran llamados vihuelas y los más pequeños y con menos cuerdas (generalmente 4 pares) guitarras. Cada par de cuerdas afinadas iguales o a la octava era conocido como «orden». La cuerda más delgada, llamada «prima», solía ser única.
Por su parte, los tañedores dejaron el plectro y comenzaron a pulsar las cuerdas directamente con los dedos, provocando una auténtica revolución. La nueva técnica posibilitó que un solo tañedor tocase simultáneamente dos o más líneas melódicas, con lo que el resultado musical se enriqueció enormemente.
Grabado del libro Declaración de instrumentos musicales, de Juan Bermudo (1555):
Vihuela de mano y guitarra fueron los instrumentos preferidos por la sociedad española en todos los niveles y estamentos, desde la aristocracia a los músicos callejeros, pasando por el clero, los humanistas o los poetas. En Europa, por el contrario, fue el laúd el instrumento que ocupó esta posición de privilegio. Pero como el laúd y la vihuela afinaban las cuerdas de la misma manera, el repertorio del uno valía también para la otra.
La imprenta (inventada a mediados del siglo XV) permitió que las obras para vihuela y guitarra alcanzasen gran difusión, incluso internacional. Para ello se empleó una notación en cifra, muy distinta de la que usaba la música vocal: las líneas horizontales representaban las cuerdas y se mostraba con números el traste que había de pisarse en cada una de ellas; en la parte superior, por encima de las líneas, se indicaba la duración de los sonidos utilizando figuras de notación convencional de la época. En el siglo XVI se publicaron en España siete libros de música para vihuela y otros dos «para tecla, arpa y vihuela». En algunos de ellos se incluyeron unas pocas piezas para guitarra. Una constante en las publicaciones para instrumentos punteados hasta tiempos muy recientes ha sido que los autores eran habitualmente también tañedores de los instrumentos.
Las seis primeras obras conocidas para guitarra aparecieron impresas en los Tres libros de música en cifra para guitarra (Sevilla, 1546), del canónigo Alonso Mudarra. Al ser instrumento de más cortas posibilidades que la vihuela, por tener menos cuerdas, la guitarra exige mayor destreza al tañedor que pretenda conseguir resultados de calidad.
Guárdame las vacas es una breve cancioncilla popular conocida en toda España que contiene un diálogo amoroso entre una pastora y un pastor:
Muchos compositores se apoyaron en esta sencilla melodía para elaborar desarrollos distintos con notas de adorno y pasajes ornamentales. Al arte de crear variantes sobre temas conocidos se le llamaba componer diferencias. Casi todos los vihuelistas compusieron series de diferencias sobre Guárdame las vacas. Mudarra añade en sus diferencias dos compases más, de modo que el esquema se asemeja mucho a una canción italiana conocida como La Romanesca; de ahí el título que puede leerse en la esquina superior izquierda de la edición original. La práctica de componer diferencias se mantuvo durante mucho tiempo en la música instrumental española.
Primera diferencia de la Romanesca o Guárdame las vacas, de Alonso Mudarra.
Romanesca o Guárdame las vacas.
Escritura en cifra del libro de Alonso Mudarra, 1546.
Mille regretz.
Escritura en cifra del libro de Luis de Narváez, 1538.
Luis de Narváez fue un compositor y vihuelista granadino que durante muchos años estuvo vinculado a la corte del emperador Carlos V y su hijo Felipe II. Seguramente gracias a esa circunstancia sabía por qué Mille regretz era la canción del Emperador, pero para nosotros es un enigma sin resolver: ¿Era su canción preferida o estaba dedicada a él o… quién sabe? Se trata de una canción atribuida, aunque con dudas, a Josquin des Prés, el compositor más famoso en los primeros años del siglo XVI. Narváez la rehace totalmente en la vihuela con la técnica de la glosa, que consiste en añadir elementos de adorno a las líneas melódicas originales.
Luis Milán fue un caballero muy activo en la corte de los virreyes de Valencia, sobre todo en los momentos de diversión. Escribió un libro titulado El cortesano (Valencia, 1561), imitando al famoso libro del conde italiano Baltasar Castiglione, en el que cuenta varios episodios ocurridos en aquella corte. Publicó también el primer libro impreso para la vihuela: El Maestro (Valencia, 1536). En él se demuestra que la técnica de tañer el instrumento estaba muy desarrollada ya en esa fecha. El libro contiene obras para vihuela sola y para vihuela acompañando al canto.
Para más información sobre la biografía de Luis Milán: //recursos.march.es/web/musica/publicaciones/semblanzas/pdf/milan.pdf
La mayor parte de las fantasías contenidas en este libro combinan dos elementos compositivos: