Ernesto Lecuona (1896-1963), pianista, director de orquesta y compositor cubano, contribuyó decisivamente a la difusión de la música latina y logró una nueva consideración para ella a nivel internacional, por lo que su legado forma parte ya del patrimonio cubano.
Se le incluye legítimamente en el grupo de compositores hispanos que se inspiraron en la tradición popular para crear su repertorio, desde la época de Ortiz y Soler hasta otros compositores de adopción española tales como Scarlatti y Boccherini. Por esta misma razón, su obra posee cierto paralelismo con la de Gershwin, ya que ambos integraron en formas tradicionales elementos pres- tados, ya fueran populares o jazzísticos. De hecho, a Lecuona se le llamó el «Gershwin cubano» debido a la influencia de su obra en la música de América Latina, en una forma similar a la del compositor de Rhapsody in Blue en Estados Unidos.
Con su grupo The Lecuona Cuban Boys introdujo por primera vez la orquesta cubana en Estados Unidos. Su prestigio musical fue creciendo gracias a la labor como compositor y pianista, además de director, que realizó allí y posteriormente en Europa. Su estilo impresionó profundamente a los oyentes en España y América causando una inmediata fascinación.
Su gran talento melódico nos dejó más de 400 canciones que han sido interpretadas y arregladas en numerosas ocasiones tanto por el propio compositor como por muchos otros músicos. De entre su amplia producción en este campo destacan las tituladas Andalucía, Malagueña, Siempre en mi corazón, La comparsa, El crisantemo, Mariposa y, sobre todo, Siboney, la más recordada. Escribió también cerca de dos centenares de piezas para piano, operetas, ballets, zarzuelas, revistas y óperas. Son especialmente recordadas por su calidad las zarzuelas María de la O, El cafetal y Rosa la china. Su obra más ambiciosa fue la ópera El Sombrero de Yarey. Además, compuso bandas sonoras para películas y música incidental.
Su obra para piano explora, de manera imaginativa y original, los ritmos y las melodías caribeños, a la vez que introduce elementos de la refinada música de la primera mitad de siglo y de la música española, así como reminiscencias de Debussy, Chopin y Liszt. En sus piezas se encuentran estilizados movimientos de danza, al igual que en las composiciones de Bartók inspiradas en los ritmos de los Balcanes.
Como pianista hizo exclamar a Rubinstein cuando le escuchó tocar la Malagueña: «No sé si admirar más su talento pianístico o su arte sublime como compositor». Llamaba la atención, entre otros aspectos, por la habilidad de su mano izquierda, que parecía tocar el teclado como si fuera una piel de tambor. Sus obras escritas distaban de sus interpretaciones por usar elementos de improvisación que enriquecían la ejecución, tales como terceras añadidas, apoyaturas y todo tipo de ornamentaciones.
Creo justo señalar que mis danzas negras inician lo afrocubano. Yo llevé por primera vez el tambor de la conga al pentagrama y al teclado…
Ernesto LECUONA, 1947
Danzas afrocubanas es una suite de seis piezas para piano que datan de diferentes fechas y que se reunieron en el mismo álbum para publicarlas con este título en los años veinte. Su temática alude al folclore de origen africano en Cuba. Se trata de las primeras obras que en este siglo abordan, de manera consciente por parte del autor, el tema afrocubano en la música de concierto. Un hecho histórico y estético definitivo, no sólo por ser Lecuona quien introduce el tema negro en la música seria, sino porque entonces existía un rechazo generalizado a la exaltación de la herencia africana en la cultura cubana.
La comparsa, subtitulada Desfile de carnaval, fue escrita a los 17 años y estrenada en 1912. Es la primera de la serie de danzas cubanas. Parece más bien una obra de madurez por su profundidad y trascendencia. En esta pequeña obra maestra, el compositor incorpora, por vez primera, elementos rítmicos de raíz africana. él mismo escribe en la partitura bajo el motivo de la mano izquierda: «Imitación de un tambor» y efectivamente, se asemeja a un diseño de percusión que se mantiene a lo largo de la obra.
Además, la obra aparece precedida por la siguiente introducción:
Durante el carnaval, cada año hay un desfile y una ceremonia en la que participan miles de nativos negros y mulatos conocidos como ñáñigos4. Estos cantan y tocan exóticas melodías cubanas, a menudo acompañándose de instrumentos originales. Esta composición comienza con una gradual aproximación del desfile o procesión y nos introduce en ella para luego alejarse dejando atrás las últimas notas.
Ernesto LECUONA, 1947
…¡Y la negra bailaba! y La conga de medianoche, las otras dos piezas de esta suite que se escucharán en el concierto, presentan, al igual que las otras danzas, una rítmica ca- racterística para cada una de ellas, temas melódicos de gran fuerza expresiva y nuevas texturas cuya sonoridad evoca el Caribe. Todo ello, con un tratamiento innovador del piano. La conga de medianoche, además, tiene un lenguaje más vanguardista. La estética afrocubana que Lecuona inauguró está presente también en otras obras suyas con autenticidad, ya que no suponen una cita de carácter folclórico, sino que se manifiesta en su música como una estilización de la esencia de lo popular.
Actividad 01
En la danza afrocubana La comparsa, Lecuona acompaña la melodía con un bajo que mantiene siempre el mismo ritmo. Observa este motivo de la mano izquierda que imita a un pequeño tambor:
Actividad 02
Trabaja el diseño rítmico solamente sobre el cuerpo con percusiones sobre el pecho o las piernas, palmas o bien otra sonoridad que tú quieras.
Actividad 03
Una vez que domines este motivo, escucha la siguiente versión de La comparsa interpretada por Frank Fernández y acompaña la música con este bajo ostinato de Lecuona. Puedes instrumentarlo con bongos, panderos, congas y otros instrumentos de membrana que tengas en el aula:
https://www.youtube.com/watch?v=ZV6N75z7cRY&list=RDZV6N75z7cRY #t=274/4 Ñáñigo es el nombre que reciben en Cuba los miembros de la sociedad secreta masculina Abakuá.