La Muse endormie

[La musa dormida], 1910

Constantin Brancusi

Bronce, 17,1 x 24,1 x 15,2 cm

Alfred Stieglitz Collection, 1949. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Obra comentada por:

Juan Navarro Baldeweg

Artista y arquitecto

 La Muse endormie [La musa dormida]

Obra comentada por Juan Navarro Baldeweg

La musa dormida es una obra de Constantin Brancusi (1876-1957) muy importante en su trayectoria. Es una pieza del año 1910, e inaugura, por así decirlo, toda una serie que se puede llamar “de los ovoides”, que tienen forma como de huevo, y son cabezas, fundamentalmente. Creo que Brancusi en esta obra acapara todos sus intereses más profundos y da a la pieza una energía que queda contenida entre sus propios límites.

Brancusi es un escultor que trabaja, sobre todo, con el material y con la herramienta y los hace partícipes del proceso, y en ello descansa la fuerza de muchas de sus obras. Aquí representa la cabeza de una persona con una muy fuerte abstracción de los rasgos faciales. Son rasgos muy geometrizados y tienen, naturalmente, una cierta tendencia —que luego se produce de un modo más acusado en las versiones posteriores— hacia la sencillez, hacia atenuar las características del rostro, alcanzando una gran abstracción.

La Muse endormie

[La musa dormida], 1910

Constantin Brancusi

Obra comentada por Juan Navarro Baldeweg

La musa dormida es una obra de Constantin Brancusi (1876-1957) muy importante en su trayectoria. Es una pieza del año 1910, e inaugura, por así decirlo, toda una serie que se puede llamar “de los ovoides”, que tienen forma como de huevo, y son cabezas, fundamentalmente. Creo que Brancusi en esta obra acapara todos sus intereses más profundos y da a la pieza una energía que queda contenida entre sus propios límites.

Brancusi es un escultor que trabaja, sobre todo, con el material y con la herramienta y los hace partícipes del proceso, y en ello descansa la fuerza de muchas de sus obras. Aquí representa la cabeza de una persona con una muy fuerte abstracción de los rasgos faciales. Son rasgos muy geometrizados y tienen, naturalmente, una cierta tendencia —que luego se produce de un modo más acusado en las versiones posteriores— hacia la sencillez, hacia atenuar las características del rostro, alcanzando una gran abstracción.

Se trata de una figura del “escultor de la talla”, que, a diferencia del “escultor del barro” —a su maestro, Auguste Rodin, podríamos clasificarlo más próximo a eso—, no añade, sino que quita. Tiene que extraer de una materia, por ejemplo, de la madera, que conoce muy bien por su infancia de campesino en Gorj, donde todo está hecho en madera porque es una zona boscosa, y yo creo que eso le lleva a un sentimiento profundo respecto al trato con esa materia, que en este caso es el bronce y que podría ser también el mármol. La obra tiene esa capacidad comunicativa a través de la piel, una piel donde los rasgos están atenuados y pueden llegar a ser prácticamente abstractos, como ocurre con El recién nacido (1915) o con esa figura preciosa que es La negra blanca (1923). Es una obra muy claramente expresiva a través de la superficie de la cáscara más fina que limita ese cuerpo, ese objeto.

El peso, la gravitación, tiene también una importancia grande y visible en La musa dormida, porque el apoyo se llega a sentir, como si bajo la pieza —la musa— hubiese una almohada. Uno se emociona por ese sentimiento del apoyo, de la gravitación, del peso. La obra no sólo se apropia del aire alrededor sino también de lo que está bajo ella, como si eso fuera una almohada.

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