Cabeza de la
musa Euterpe

c. 120-140 d. C.

Artista desconocido

Mármol, 34,5 x 18,7 x 19 cm

Skulpturensammlung, Staatliche Kunstsammlungen Dresde

Obra comentada por:

José Luis Gómez

Actor

Cabeza de la musa Euterpe

Obra comentada por José Luis Gómez

En los museos, muchas veces las cabezas antiguas son de esculturas clásicas decapitadas. Esta cabeza debió de estar encajada en su cuerpo mediante una espiga de anclaje. Una espiga de metal, grácil pero fuerte. Es un retrato ideal. Según los expertos, representa a la musa Euterpe, y una corona de pino ciñe su cabeza. Es bellísima. Tiene la mirada calma de la belleza clásica.

La belleza clásica: el rostro canónico, inmortal, de una musa de mármol. Difícilmente puede uno referirse a ella como a un objeto. Su belleza imanta hasta la mera relación de sus características materiales. Leo estas en el texto, sabio y erudito, que la describe: “Mármol de grano entre fino y medio, de baja cohesión, blanco” (y pienso: es como si el historiador estuviera describiendo una variedad exquisita de arroz).

Cabeza de la
musa Euterpe

c. 120-140 d. C.

Artista desconocido

Obra comentada por José Luis Gómez

En los museos, muchas veces las cabezas antiguas son de esculturas clásicas decapitadas. Esta cabeza debió de estar encajada en su cuerpo mediante una espiga de anclaje. Una espiga de metal, grácil pero fuerte. Es un retrato ideal. Según los expertos, representa a la musa Euterpe, y una corona de pino ciñe su cabeza. Es bellísima. Tiene la mirada calma de la belleza clásica.

La belleza clásica: el rostro canónico, inmortal, de una musa de mármol. Difícilmente puede uno referirse a ella como a un objeto. Su belleza imanta hasta la mera relación de sus características materiales. Leo estas en el texto, sabio y erudito, que la describe: “Mármol de grano entre fino y medio, de baja cohesión, blanco” (y pienso: es como si el historiador estuviera describiendo una variedad exquisita de arroz).

La cabeza gira levemente hacia su izquierda. La melena larga y ondulada se recoge hacia atrás, en la nuca. Apenas perceptible ya, una cinta rodea su frente y desaparece entre el cabello de las sienes. Una cinta de mármol: aun de piedra, la fina tela fue lo primero en erosionarse y en perderse.

¿Qué eres? ¿Eres griega? ¿Eres romana? ¿Qué más da veinte siglos después?

¿Eres una joven o un joven? Leo: “Durante largo tiempo, los suaves y afilados rasgos han llevado a reconocer una figura femenina, primero la de una vestal y después la de una musa”. Sin embargo, alguien asignó esta cabeza a Dioniso. En Las bacantes, Eurípides describe su belleza femenina, su melena desplegada, llena de atractivo erótico, su piel de cuidada blancura. La corona de hiedra sería una prueba más de que aquí está representado el dios. Pero las largas agujas labradas en la parte posterior de la cabeza no pueden confundirse con hiedra; más bien son hojas de pino.

Ahora el cabello de este rostro huele.

Sigo leyendo: “En Grecia, el pino se asociaba a Poseidón. También Pan y los sátiros llevaban a veces coronas de pino de largas agujas, pero el propio Dioniso nunca las llevó”. Poseidón, Dioniso, Pan: esta cabeza es una asamblea de dioses.

Todo el Oriente está lleno de dioses. Toda la Antigüedad está llena de dioses.

En otro museo, una cabeza semejante, con su corona de pino y su cinta en la frente, está unida a un cuerpo. Es un cuerpo de mujer vestida como un actor, y en las manos llevó unos auloi, oboes o flautas dobles. En sitios de teatro, figuras similares se reconocen como musas. Así que esta cabeza es de una mujer; una musa: Euterpe, musa de la música de flauta, del canto coral sobre el escenario. Después de todo, Dioniso también está aquí: dios del teatro, el juego que nació en la Atenas del siglo V al pie de la Acrópolis.

Sabemos que las cabezas antiguas en los museos están separadas de sus cuerpos. Pero al mirarlas no queremos saberlo. Como en el teatro, donde no queremos saber lo que sabemos: que las cosas no son lo que parecen. O lo son. Ante las cabezas desmembradas del museo puede darse la ebriedad, la catarsis del teatro, el efecto fulminante del arte. También ante esta bella Euterpe, figura inversa a la del torso de Apolo del Belvedere. Aquél que, sin cabeza, hizo exclamar a Rainer Maria Rilke: “Debes cambiar tu vida”.

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