Iago, Study from an Italian

[Yago, estudio de un italiano], 1867

Julia Margaret Cameron

Fotografía, copia a la albumina, 33,4 x 24,8 cm

National Science & Media Museum, Bradford / Science & Society Picture Library

Obra comentada por:

María Zozaya Álvarez

Jefa de Proyecto Expositivo, Fundación Juan March, Madrid

Iago, Study from an Italian

Obra comentada por María Zozaya Álvarez

El hombre que vemos en esta fotografía, de acuerdo con el título que le dio su autora, representa a Yago, el manipulador personaje de Otelo. Yago, cegado por el orgullo y la envida, hace creer a Otelo que su amada esposa, Desdémona, le traiciona. Preso de celos, Otelo la asesina. Luego, al conocer el engaño del que ha sido víctima, se suicida.

Sin embargo, si no supiéramos el título de esta imagen ¿no identificaríamos este bello rostro con una representación contemporánea de Jesucristo? Nada que ver con el maligno Yago.

Iago, Study from an Italian

[Yago, estudio de un italiano], 1867

Julia Margaret Cameron

Obra comentada por María Zozaya Álvarez

El hombre que vemos en esta fotografía, de acuerdo con el título que le dio su autora, representa a Yago, el manipulador personaje de Otelo. Yago, cegado por el orgullo y la envida, hace creer a Otelo que su amada esposa, Desdémona, le traiciona. Preso de celos, Otelo la asesina. Luego, al conocer el engaño del que ha sido víctima, se suicida.

Sin embargo, si no supiéramos el título de esta imagen ¿no identificaríamos este bello rostro con una representación contemporánea de Jesucristo? Nada que ver con el maligno Yago.

Yago y Cristo, Shakespeare y la Biblia; con la mirada al pasado propia de la época victoriana en la que vivió, la fotógrafa Julia Margaret Cameron (1815-1879) seculariza la iconografía cristiana. Sus conocidas imágenes muestran imaginarios heroicos, espirituales y literarios, en los que convierte a familia y amigos, como Tenysson, Rosetti, Carlyle o Darwin, en reyes, vírgenes, ángeles o profetas. Cameron, nacida en Calcuta, educada en Europa e integrante de los círculos artísticos y literarios victorianos, era una mujer culta, curiosa, segura de sí misma y, según su sobrina, Virginia Wolf, muy perfeccionista. Comenzó a hacer fotografías en 1863, con casi cincuenta años, cuando su hija le regaló una cámara. Enseguida convirtió su antiguo gallinero en estudio, el depósito de carbón en cuarto oscuro y comenzó a poner en práctica los conocimientos técnicos que llevaba años aprendiendo de su maestro, John Herschel, astrónomo y, entre otros muchos méritos, inventor de la cianotipia.

Recordemos que la fotografía había sido ideada sólo unos treinta años antes y presentada en la exposición de Londres de 1851 como una invención científica, no como un arte. Había robado el puesto a la pintura de retrato. El hecho de retratarse, ya fuera en familia o de manera individual, era todo un acontecimiento. Además, el nuevo medio permitía que esa imagen pudiera multiplicarse.

Cameron trabajaba con la técnica del colodión húmedo, un proceso artesanal laborioso que requería el manejo diestro de grandes placas de cristal y largos tiempos de exposición. Experimentaba con los negativos, lo que hacía que sus imágenes mostraran “imperfecciones”. Fue criticada por su falta de cuidado, pero, en realidad, estaba descubriendo las posibilidades expresivas de la técnica, poniendo esta al servicio del artista y no al revés.

Este retrato de Yago es muy diferente de sus conocidas fotografías pictoricistas con una estética próxima a la prerrafaelita. Este es un retrato desnudo. El personaje no representa ningún papel, ni muestra atributo alguno que lo identifique. No es nadie cercano, sino un modelo profesional.

En esta fotografía la artista acerca la cámara al rostro de Yago hasta un insólito primerísimo plano en el que todo lo superfluo queda fuera. Es una imagen austera e íntima, fruto de una sensibilidad profundamente espiritual. No se trata de representar fielmente la realidad, sino el carácter poético de la imagen. Su protagonista baja la mirada. La imagen tiene un aspecto nebuloso, producto del error y el azar, tan importantes cuando los aprovecha el talento, el empeño y la pasión. “Mis primeros éxitos con las fotografías desenfocadas —explicaba Cameron— fueron fruto de la casualidad. Es decir, que al enfocar y dar con algo que me resultaba bello, paraba ahí en lugar de continuar ajustando la lente en busca de la nitidez.”

Extrañamente esta fue la única ocasión en que Cameron sólo hizo una copia y la incluyó en el llamado álbum de Herschel, a quien escribía en 1864: “¿Qué es el foco y quién tiene derecho a decir cuál es el debido? Aspiro a ennoblecer la fotografía, a darle el tenor y los usos propios de las bellas artes, combinando lo real y lo ideal, sin que la devoción por la belleza y la poesía sacrifiquen en nada la verdad.”

Típicos retratos

Una historia del rostro en quince representaciones