Prosopagnosia

2019

Joan Fontcuberta y Pilar Rosado

Impresión Giclée, 60 x 180 cm

Colección BEEP, Madrid

Obra comentada por:

Joan Fontcuberta

Artista visual y fotógrafo

Prosopagnosia

Obra comentada por Joan Fontcuberta

John Ford dijo: “El paisaje más fascinante del mundo es el rostro humano”. Entonces ¿cómo olvidar algo tan fascinante? 

La prosopagnosia es un trastorno de la memoria que dificulta —a veces imposibilita— el reconocimiento de rostros. Con mayor o menor severidad afecta al 1 o 2 por ciento de la población. Una popular obra de Oliver Sacks titulada The Man Who Mistook his Wife for a Hat [El hombre que confundió a su mujer con un sombrero] (1985) ayudó a visibilizar la existencia de la prosopagnosia. En ese libro Sacks explicaba el curioso caso de una mujer que debía llevar siempre un llamativo sombrero en la cabeza para que su marido pudiera reconocerla. Destaquemos que el estudio de la prosopagnosia ha sido crucial en el desarrollo de teorías sobre la percepción facial y su subsiguiente aplicación al diseño de algoritmos para dispositivos de reconocimiento facial, tan desgraciadamente comunes con la actual paranoia de vigilancia y control.

Prosopagnosia

2019

Joan Fontcuberta y Pilar Rosado

Obra comentada por Joan Fontcuberta

John Ford dijo: “El paisaje más fascinante del mundo es el rostro humano”. Entonces ¿cómo olvidar algo tan fascinante? 

La prosopagnosia es un trastorno de la memoria que dificulta —a veces imposibilita— el reconocimiento de rostros. Con mayor o menor severidad afecta al 1 o 2 por ciento de la población. Una popular obra de Oliver Sacks titulada The Man Who Mistook his Wife for a Hat [El hombre que confundió a su mujer con un sombrero] (1985) ayudó a visibilizar la existencia de la prosopagnosia. En ese libro Sacks explicaba el curioso caso de una mujer que debía llevar siempre un llamativo sombrero en la cabeza para que su marido pudiera reconocerla. Destaquemos que el estudio de la prosopagnosia ha sido crucial en el desarrollo de teorías sobre la percepción facial y su subsiguiente aplicación al diseño de algoritmos para dispositivos de reconocimiento facial, tan desgraciadamente comunes con la actual paranoia de vigilancia y control.

Tomando la prosopagnosia como referencia, la artista Pilar Rosado y yo estamos trabajando en un proyecto que consiste en la generación artificial de caras, es decir, en representaciones fotorrealistas perfectamente convincentes. En definitiva, en la invención de personas que no existen.

Para ello aplicamos unas redes neuronales que se denominan G. A. N. (Generative Adversarial Networks), que, mediante un proceso de machine learning, parten de un banco de imágenes de muestra —lo que llamaríamos dataset— para aprender las características esenciales de esas imágenes y ser capaces de producir otras imágenes, nuevas, con las mismas características. Lo asombroso del resultado es que las imágenes auténticas son prácticamente indiscernibles de las falsas: unas y otras son perfectamente intercambiables.

En la actualidad esta técnica, que nació en el año 2014, se ha vulgarizado y ya no constituye una novedad. Incluso muchas páginas de internet la ofrecen ahora como curiosidad o divertimento. Lo interesante sigue siendo el modo de usarla. Por ejemplo, Pilar Rosado y yo empezamos aplicándola al archivo del periodista Joaquín Alonso Bonet (1889-1975), que fue director del periódico asturiano La Prensa entre 1922 y 1936. Consta de 853 retratos que conforman un variado elenco de políticos, escritores, artistas, deportistas, etcétera, o sea, una especie de panteón de los personajes públicos de la época. El periódico necesitaba tener los retratos de esas celebridades a mano por si en algún momento protagonizaban alguna noticia.

En nuestro proyecto, los rostros que obtenemos son evidentemente muy parecidos a los del archivo original, pero nosotros prestamos atención sobre todo al propio proceso de aprendizaje de la inteligencia artificial. Porque a lo largo de ese recorrido de pruebas y errores surgen muchas sorpresas, y tal vez ahí, en lo accidental y lo imprevisible, sigue latiendo la fuerza del azar. Y es paradójico porque la secuencia de imágenes parecía remitirnos al determinismo de los atlas fisionómicos de Alphonse Bertillon y a la obsesión clasificatoria de la eugenesia por encapsular la identidad en una combinatoria de rasgos.

Visto en una perspectiva más especulativa, esa panorámica parece sobrevolar toda la historia del arte con sus sucesivos esfuerzos por enfrentarse a la representación del rostro. Encontramos parecidos con el esquematismo rupestre, el gótico, el Bosco, el expresionismo, el surrealismo, Picasso, Bacon… en suma, pasamos de la abstracción al hiperrealismo.

Si la imagen es el territorio que simbólicamente refleja lo que queremos que ocurra en la realidad, el destino de las imágenes marca nuestro propio destino. Un destino en el que habremos de confrontarnos al papel demiúrgico de la tecnología, cuya puesta en escena impone su propio deus ex machina.

Típicos retratos

Una historia del rostro en quince representaciones