El recital se cierra con las Seis danzas populares rumanas de Béla Bartók (1881-1945), en la transcripción Zoltan Székely (1903-2001), que adaptó el original a piano solo para ser interpretado por un dúo de violín y piano.
Bartók fue invitado por la Sociedad de Amigos de la Bauhaus a dar un concierto en la Escuela el 12 de octubre de 1927, en el que interpretó obras propias, además de algunas de Kodály y otros compositores.
Hay constancia de que Klee había asistido dos años antes, en Weimar, a sendas representaciones de El castillo de Barba Azul y de El príncipe de madera. Además, tenía partituras del compositor húngaro en su biblioteca, entre ellas la Sonata para violín y piano, que sorprendió y descolocó tanto al pintor como a su esposa Lily, posiblemente tras una lectura conjunta. Lily expresa así su impresión sobre la obra de Bartók en una carta:
No resulta sencillo discurrir por esas tonalidades inéditas, por esos ritmos tensos y extraños provenientes de músicas populares exóticas. Me siento como una advenediza ante esta obra a pesar de ser músico; para el público es todo un proceso.
Bartók, investigador de la música de la Europa del Este, fue uno de los fundadores de la etnomusicología. Incluyó melodías folclóricas en sus composiciones, además de desarrollar un estilo personal potente, con giros melódicos inusuales, ritmos asimétricos y contratiempos.
Las Danzas populares rumanas Sz.56 (1915) están entre las obras más conocidas de Bartók, aunque no tanto en su versión original para piano como en la amplia variedad de transcripciones para diversos ensambles, incluida la orquesta. Se trata de una suite de seis miniaturas, planteada como un crescendo continuo, que comienza plácidamente y va aumentando en complejidad rítmica y dinámica.