Análisis del texto
Refiriéndose a María de Lejárraga, la entrada de la Wikipedia dice que a pesar de que era una «Feminista convencida y activa, afiliada al Partido Socialista, estuvo, no obstante, siempre sometida a su marido, en un auténtico estado de explotación, todo por amor». El marido, ya sabemos, es Gregorio Martínez Sierra y la explotación, de carácter literario. No podemos afirmar tan contundentemente como hace la enciclopedia de la red si se trataba de una «explotación, todo por amor». Lo que sí llama la atención es el contraste de una ideología como la que se supone que ella defendía —socialista y feminista— con el contenido del poema que aquí nos ocupa. Los ruegos a la divinidad y el papel de la madre suplicante e indefensa parecen tener más que ver más con la Sección Femenina del franquismo que con sus ideales.
Por otra parte, el poema peca de cierto tono a lo Campoamor por sus rimas facilonas y ripiosas e incluso por el papel de la mujer que aparece en él, más próximo al «ángel del hogar» del poeta asturiano que, otra vez, a esa supuesta ideología feminista activa de María de Lejárraga.
Análisis de la música
El gaditano Manuel de Falla llevó la música española de corte nacionalista a su máxima expresión y la exportó a todo el mundo. En esta canción con texto de Lejárraga no explota el españolismo de otras de sus obras, sino un estilo más europeo, tal vez porque comunica sentimientos universales y comunes a todas las naciones, que, recordemos, tenían muy recientes las dos convulsas Guerras Mundiales.
Unas armonías ricas (con giros modales) y un acompañamiento pianístico que funciona con independencia de la voz, caracterizan esta canción de estructura tripartita ABA, al igual que el poema. El momento de mayor dramatismo, la segunda estrofa, tiene su punto culminante en la exclamación «¡Madre mía!», que es también donde la voz alcanza las notas más agudas. A pesar del dramatismo del texto, la música no es desgarrada, sino más bien solemne y austera, como una oración, precisamente lo que es.