A final del siglo XVIII y principios del XIX, las promesas ilustradas de felicidad social no se han cumplido. Este desencanto da lugar en Alemania, en el último cuarto del siglo XVIII, al movimiento denominado Strum und Drang, que comparte con la Revolución Francesa (1789) los principios de libertad, igualdad y fraternidad. A partir de aquí y especialmente durante la primera mitad del siglo XIX, se extenderá por toda Europa la idea de que si la razón y sus normas han fracasado, habrá que apostar por su contrario, por los sentimientos, por la expresión libre de los instintos naturales del hombre. Frente a la razón, el corazón; frente a la opresión política del absolutismo y el despotismo ilustrado, liberalismo; frente al interés común y público, el interés individual y privado; frente a la rigidez de las normas sociales, la expresión libre de las tendencias individuales naturales; finalmente, frente a las normas neoclásicas en el arte, libertad creadora.
El proceso romántico es casi siempre el mismo. Ante la constatación de que la realidad nunca satisface totalmente, el individuo romántico apuesta por el «yo», por el individuo fuera de la sociedad, por el subjetivismo. Frente a una colectividad contaminada de razón, el sujeto romántico tiene que buscar otras vías para llenar el hueco íntimo que la sociedad no es capaz de ocupar.
Se inicia así un viaje incierto. En este trayecto hay varias posibilidades de fuga, siempre alejadas de la influencia de las normas artificiales (no naturales) que rigen esa realidad deprimente. De ahí la búsqueda de la Naturaleza, de otros ambientes, países, civilizaciones exóticas... Este viaje también puede ser interior, en busca de la expresión auténtica y en libertad de los sentimientos más profundos del individuo.
Pero durante este viaje se constata una y otra vez que la sociedad, la realidad, es mucho más poderosa que el individuo. Así que ya no quedan más que dos soluciones: o se insiste en la necesidad del viaje, aunque nunca se llegará a ningún lugar, o se opta por dejar de viajar, es decir, por dejar de vivir.
En literatura la poesía se convertirá en el género literario por excelencia del Romanticismo, ya que a ella se reserva la expresión auténtica y verdadera —en libertad y sin contención— de la intimidad, de la privacidad, de lo sentimental. Además, atendiendo a la máxima de libertad creadora, tenderá a romper las normas de la métrica clásica a través de la polimetría (coexistencia en un mismo poema de varios esquemas métricos) y adoptará un tono retórico, ampuloso, excesivo... Por otra parte, la poesía dejará espacio en sus textos a todos aquellos personajes marginales y/o marginados por la sociedad (piratas, mendigos, condenados a muerte…) e introducirá ambientes y temáticas que atienden a lo irracional, lo misterioso, lo satánico...
No obstante todo lo dicho hasta aquí sobre la poesía romántica, hemos de señalar que el poeta que mejor representa a este movimiento y que inaugura la Modernidad en la poesía española, Gustavo Adolfo Bécquer, aun compartiendo en esencia los principios de expresividad de la emoción, de los sentimientos..., se aleja de los excesos retóricos románticos dotando a sus composiciones de un tono más humilde, más suave, cercano al oído y los usos poéticos de un lector del siglo XXI.
Actividad 3: Localiza la Canción del Pirata de José de Espronceda y analízala según lo que has aprendido sobre el Romanticismo. Intenta rapearla y compara tu versión con la de Frank T y Zenit:
http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-estacion-azul/estacion-azul-canciondel-pirata-rapeada-frank-zenit-06-10-08/307752/