Análisis del texto
La estructura de este poema de Gustavo Adolfo Bécquer responde al principio básico del Romanticismo: la libertad creadora. Si nos fijamos bien en su estructura métrica, apreciamos que las tres estrofas en que se divide el poema responden, con alguna variación en la última, al mismo esquema: 10-, 10A, 10-, 6a —en la estrofa final este verso se convierte en 10A—. Aparte de su fondo musical en el plano del contenido —un arpa y sus notas latentes—, la elección de esta estructura métrica también responde a parámetros musicales, ya que se trata de una copla, pero pasada por el tamiz ideológico y retórico del Romanticismo: el poeta manipula una estructura tradicional cam-biando el número de sílabas por verso —de 8 a 10— e introduciendo una suerte de pie quebra-do en los versos finales de las dos primeras estrofas.
Lo realmente importante del poema reside en la última estrofa, que es donde Bécquer trata el tema que le interesa, el del «genio», ese don innato y natural que habita en ciertas personas y que, esto no lo dice el poema pero se puede deducir, es capaz de expresar las verdades íntimas del ser humano. En un movimiento que va de menos a más —en una especie de in crescendo musical—, el poema avanza de lo anecdótico/descriptivo —las dos primeras estrofas— a lo relevante —la última—.
Análisis de la música
Las Rimas de Bécquer, compuestas por Albéniz sobre cinco de las poesías así tituladas por el gran poeta romántico sevillano, no están fechadas con exactitud, pero debieron ser escritas entre 1885 y 1886. Son muy breves y de aire romántico salonesco.
Notas al programa sobre Las Rimas de Bécquer, página 46 del siguiente documento pdf:
//recursos.march.es/culturales/documentos/conciertos/cc613.pdf
Escritas cuando el compositor tenía unos 25 años, estas obras de juventud presentan todavía un estilo de corte romántico schumanniano que poco tiene que ver con sus posteriores etapas, dominadas por su admiración hacia el lenguaje armónico de Fauré y Debussy con toques españolistas propios.
Albéniz presta gran atención a los ritmos naturales de la poesía, poniéndolos de relieve mediante una línea vocal silábica y a menudo declamatoria. A diferencia de sus posteriores colecciones de canciones, aquí el piano desempeña un papel acompañante y no compite con la voz.
La indicación de la partitura es Vivo, un tempo rápido por tanto, y las sílabas se suceden a ritmo de corchea en 6/8 con gran agilidad, relajándose sólo al final de cada estrofa y respetando plenamente las separaciones, respiraciones y puntuación del texto. La tonalidad elegida por Albéniz es menor, acentuando así el carácter melancólico del significado de las palabras y respetando el tono del poema.
La estructura musical se relaciona con la estrófica. Así la primera y segunda estrofa tienen idéntica música (el texto es más descriptivo), mientras que la tercera se divide en dos partes de dos versos cada una: los primeros dos versos presentan una melodía diferente, algo más pausada y con una armonía más rica con guiños a otras tonalidades que enriquecen el conjunto y contrasta con la sencillez armónica anterior. Esto tiene pleno sentido si tenemos en cuenta que es el momento más reflexivo de todo el poema donde el poeta nos habla directamente de su auténtica preocupación, el asunto del «genio». Los últimos dos versos retoman la melodía inicial a modo de brevísima reexposición que en realidad, en este caso, funciona como una coda.