Una historia coral Preguntas y respuestas sobre el arte sonoro en España

Javier Ariza Pomareta

Zaragoza, 1968
Javier Ariza Pomareta

Licenciado y doctor en Bellas Artes. Profesor Titular de Universidad en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca y artista sonoro. Su actividad académica y artística se centra en la investigación interdisciplinar y divulgación de las relaciones del sonido con las artes plásticas. Sus líneas de investigación se ubican en el arte sonoro y las tecnologías de la imagen. Ha participado como investigador colaborador activo en varios proyectos I+D. Ha colaborado con el Centro de Creación Experimental (CDCE) de la UCLM. Autor del libro Las imágenes del sonido. Una lectura plurisensorial en el arte del siglo XX.

  1. ¿Qué es el arte sonoro para usted?

    El arte sonoro es un territorio de libertad artística creado en torno a la interpretación del sonido como materia expresiva. La consolidación específica del término se produce a partir de los años setenta del siglo XX en un ámbito interdisciplinar, plurifocal y libre de barreras, cuyas características las marcan la experimentación, la creación y la investigación teórico-práctica en torno al sonido como comportamiento artístico, expresión plástica y referente conceptual.

  2. ¿Qué influencia o importancia ha tenido en su práctica artística el sonido?

    El sonido es una expresión artística que me acompaña desde que tenía unos 18 años: mis primeras incursiones las realicé con un grupo de música rock, paralelamente pude experimentar en una emisora municipal de radio FM aspectos de locución y técnica. En la universidad utilicé el sonido de una forma constante durante la licenciatura en Bellas Artes y el doctorado. Actualmente, como profesor de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, es mi principal línea de investigación, tanto teórica como práctica. Interpreto el sonido a partir de dos vertientes: la primera, como una materia plástica que puedo crear, grabar, manipular y editar de una forma libre y expresiva; la segunda, como un concepto referencial y sinestésico.

  3. ¿Con cuál de las siguientes categorías se definiría usted: poeta, performer, artista visual, artista plástico, músico, otras?

    Me considero un artista plástico y visual que interpreta el sonido como referente y materia significativa.

  4. ¿En qué géneros ha trabajado con sonido: vídeo, instalación, performance, concierto, radio, poesía, otros?

    He trabajado en varios géneros: principalmente en radio, instalación y obras de audio para formatos electrónicos. Actualmente estoy más centrado en el paisaje sonoro y en la transferencia a sistemas referenciales visuales de determinados conceptos del sonido y sus tecnologías.

  5. ¿Con qué medios y recursos tecnológicos produce sus obras de arte sonoro?

    Indistintamente, y en función de los objetivos perseguidos, con diversos medios y recursos, los cuales, naturalmente, han ido variando a lo largo de los años. Sin embargo, soy consciente del tránsito que he experimentado al pasar del mundo analógico (mesas de mezclas, cintas magnéticas, etc.) al mundo digital (software, hardware, etc.). Una constante se mantiene: trabajar con el entorno informático de Apple y experimentar con diferentes programas. Para mí, lo importante es llevar a cabo de la forma más eficaz la idea que quiero trasladar y no tanto la especificidad de los medios susceptibles de ser utilizados.

  6. ¿Se han vendido o expuesto en el mercado de arte obras suyas catalogables como «arte sonoro»?

    Aunque he comercializado algunas obras en formatos físicos tipo CD-ROM y CD-Audio, considero que estoy muy alejado del mercado del arte. Las obras que se han expuesto como «arte sonoro» se encuentran vinculadas generalmente a eventos, exposiciones y festivales.

  7. ¿Quién cree que valora más las obras de arte sonoro: las instituciones o los coleccionistas?

    Es difícil tener una imagen nítida porque son vías a veces complementarias. Considero que institucionalmente, en los últimos años, se ha producido una eclosión y visualización del «arte sonoro» que ha contribuido a revindicar este concepto como un hecho consumado y propio de nuestro tiempo. Las generaciones más jóvenes asumen el término con total naturalidad y lo sienten como propio. De un modo paralelo, encontramos la labor del coleccionista que se interesa por el concepto y las obras que surgen en torno suyo.

  8. ¿Considera que este tipo de obras se produce y se exhibe más bien con ocasión de eventos especiales?

    No tiene por qué. Basta con interesarse un poco para observar el auge de artistas que trabajan en el ámbito del arte sonoro, así como el volumen de obras que originan continuamente en este entorno de una forma natural y constante al margen de los eventos especiales. Sin embargo, en muchos casos, las características técnicas (relacionadas con el espacio, la logística, los medios técnicos, etc.) condicionan su exhibición, de ahí la importancia que adquieren, por su carácter dinamizador, los eventos especiales que permiten poner de manifiesto la cantidad y calidad de muchas de estas obras que se producen y que requieren de unas condiciones muy específicas.

  9. ¿Qué formación específica debería tener un artista sonoro?

    La cuestión podría matizarse en función de si la formación se plantea como académica o no académica. En cualquier caso, considero que debería tener una formación que respetara la posibilidad de mantener una mente abierta, ya que el arte sonoro es una manifestación poliédrica. Debería conjugar aquella que le permitiera conocer las claves fundamentales que han llevado a consolidar el término que hoy conocemos como «arte sonoro» con aquella otra que le permitiera conocer para experimentar de una forma creativa con algunas técnicas y metodologías que la hacen posible. Las formas de aprender y llevar a la práctica son tantas y tan variadas como artistas existen en el mundo.

  10. ¿Qué artistas, teóricos, músicos y acontecimientos le han resultado importantes en su formación como artista sonoro?

    Particularmente me han influenciado textos y obras de las vanguardias de principios del siglo XX, como el futurismo o el dadaísmo, de los que destacaría algunos manifiestos futuristas como El arte de los ruidos de Luigi Russolo y La radio futurista de F. T. Marinetti y P. Masnata o la potencia vocal de la Ursonate de Kurt Schwitters; los movimientos artísticos Fluxus y Zaj; las obras y escritos de John Cage; los contenidos radiofónicos de un programa como Ars Sonora creado por José Iges y Francisco de Felipe; y sobre todo muchos artistas que, paradójicamente, nunca se consideraron «artistas sonoros» —un término que no lo empleaban consigo mismos, aunque algunas de sus obras pudieran pertenecer a éste ámbito— como, por ejemplo, Isidoro Valcárcel Medina. También aquellos otros artistas plásticos y visuales que han utilizado elementos materiales, como dispositivos y equipos electrónicos, incluso soportes de audio, para generar una obra visual que enfatiza el sentido del oído de una forma poética (Milan Knízák, Rolf Julius, Christian Marclay, por ejemplo). Son algunos destellos de una larga lista que está en continua expansión. Un acontecimiento definitivo, en mi caso, fue la circunstancia de haber podido estudiar asignaturas con contenidos específicos de arte sonoro en una facultad de Bellas Artes.

Los artistas