Una influencia enorme. Es lo que queda, hoy, de una práctica más compleja que empecé a desarrollar cuando salí de Bellas Artes. El sonido ha estado presente en casi todas mis obras conjuntamente y al mismo nivel que otros medios, como la fotografía, la luz, la escultura, el texto o el vídeo.
Mi trabajo, inmerso en un proceso de depuración, ha ido despojándose cada vez más de su parte objetual, orientándose hacia la inmaterialidad.
El sonido ha acompañado mi proceso formativo, que partió del sonido abstraído del conservatorio —grafía y deseo de orden—, continuó con el sonido infinito e infinitamente reproducible, manipulable y controlable del laboratorio de música electroacústica —el sintetizador analógico, la música concreta y el sonido digital— y llegó al sonido y sus modos de captación y reproducción como entidades y procesos cargados simbólicamente, y por tanto susceptibles de manipulación. En mi caso, el sonido es un material más, como otro cualquiera, con sus propias tradiciones y usos.
En mi práctica artística, creo música con una consciencia del sonido en sí. Como ha señalado Brandon LaBelle, el arte sonoro está atravesado por cierta musicalidad.
Mucha mucha. El sonido y también el ruido forman parte intrínseca tanto de la creación de mi poesía sonora como de mi poesía discursiva o visual.
La música me influye especialmente; el mundo que nos rodea está lleno de sonidos y ruidos que provienen de cualquier lugar.
Tiene importancia en obras como Espectáculo/Olucatcepse, por ejemplo, en las Músicas Zaj o en La coral del miedo porque «son» la obra; en otras es un elemento más.
El arte sonoro no es mi campo de actuación habitual, pero hago incursiones en él puntualmente según las necesidades de cada proyecto.
Desde que comencé, ha sido una parte muy relevante de mi trabajo, tanto en obras estrictamente sonoras como en aquellas en las que la creación sonora participaba de otras prácticas (vídeo, instalaciones, acciones).
El sonido es mi medio artístico fundamental. No el sonido de objetos o entidades, como un efecto colateral de segunda categoría, sino el sonido en sí mismo, como objeto y como entidad, al mismo nivel ontológico que las entidades y los objetos clásicos. Toda la influencia e importancia imaginables, por tanto.
Al igual que la forma visual, el sonido conforma un recurso imprescindible en mi actividad.
El sonido es una expresión artística que me acompaña desde que tenía unos 18 años: mis primeras incursiones las realicé con un grupo de música rock, paralelamente pude experimentar en una emisora municipal de radio FM aspectos de locución y técnica. En la universidad utilicé el sonido de una forma constante durante la licenciatura en Bellas Artes y el doctorado. Actualmente, como profesor de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, es mi principal línea de investigación, tanto teórica como práctica. Interpreto el sonido a partir de dos vertientes: la primera, como una materia plástica que puedo crear, grabar, manipular y editar de una forma libre y expresiva; la segunda, como un concepto referencial y sinestésico.
Siempre ha tenido una influencia esencial, hasta el punto de que en mis obras es el sonido, junto con la interactividad con el espectador, los que determinan el tamaño y la forma plástica y visual de la obra.
Ha tenido una gran influencia no solo como práctica artística, también ha sido un referente para el conocimiento científico del medio, de nuestros modos de percibir, etc.
Total. Todo tipo de fuentes sonoras han influido en mi práctica artística. Tanto la escucha distraída como la atenta; el sonido articulado con intención o el sonido casual que emana de una naturaleza siempre abundante. No concibo mi quehacer artístico sin lo sonoro.
Desde hace más de treinta años, forma parte de algunas de mis obras que yo denomino «cronocromofónicas», pues están creadas con color, sonido y tiempo. Me interesa el concepto bergsoniano de «duración».
Los efectos rítmicos que se esconden en el ornamento identifican las culturas, pues tienen su modo propio de pulsar y lo que es detectable en lo visual también lo es en lo gestual, en lo musical y en la danza. Mi concepción de la arquitectura incluye consideraciones rítmicas. La inmersión en un ámbito visual o acústico de cadencias recurrentes, de características oscilaciones rítmicas, es consustancial al medio físico artificial y al ser anímico de las colectividades.
Considero además la arquitectura como una caja de resonancia, una metáfora que expresa que en la arquitectura pueden excitarse las señales de las variables esenciales, como el peso o la luz, para tener presente un fondo permanente como parte de la casa primordial.
Llegué al sonido por mi interés de trabajar el espacio. Desde el primer momento el sonido me pareció un universo muy rico para dibujar, construir o relatar los espacios en su contexto.
Me formé en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, y de una manera autodidacta y complementaria a los estudios propios de la carrera fijé mi atención en los recursos sonoros, y descubrí las posibilidades creativas del medio separado del uso musical. Una vez ya como profesor de dicha facultad, este interés marcó el desarrollo de asignaturas cada vez más centradas en el uso y la investigación del sonido como medio artístico, independiente de otras materias propias de las Bellas Artes, así como una práctica artística personal desde la investigación del sonido como medio y material de creación.
Casi tanto como la escucha.
El sonido en la poesía, ya sean las palabras en libertad o la poesía fonética y sonora de Dada y Merz, me ha servido para sacar de los libros estos textos centenarios y experimentar con la palabra y la voz.
Como Schönberg señaló, el sonido es la materia de la música. Con un siglo XX en el que el concepto de sonido ha vivido una evolución/transformación formidable, que casi ha provocado que la música pase de ser una composición con sonidos a una composición del sonido, con el advenimiento de la electroacústica, en donde se ha hecho realidad una creación ex nihilo del sonido, y con la experiencia liberadora del arte sonoro, el sonido, naturalmente, ha ocupado un lugar fundamental en mi experiencia artística.
El sonido registra la interioridad sin violarla y es nuestro material predilecto por sus posibilidades expresivas. Para Sensorimétrica tienen la misma importancia los sonidos recogidos de la realidad y la contemporaneidad como los emitidos por instrumentos propiamente musicales o los generados electrónicamente.